Cómo relajarse en el dentista: guía completa para vencer el miedo y la ansiedad dental

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Cómo relajarse en el dentista: guía completa para vencer el miedo y la ansiedad dental

Manuel Cuadros

¿Te sudan las manos de solo pensar en el sillón del dentista? Tranquilo, no estás solo. Yo también he sentido ese miedo al dentista que te hace posponer citas y llegar al consultorio con el corazón a mil. Pero con el tiempo aprendí cómo calmarse en el dentista usando técnicas sencillas y contando con la ayuda adecuada. En esta guía te hablo en primera persona, de manera cercana y humana, para compartirte todo lo que me ha funcionado a la hora de relajarme en la clínica dental. Veremos desde trucos de respiración y visualización, hasta cómo elegir la clínica ideal (spoiler: clínicas innovadoras como Cherry Health hacen maravillas para la ansiedad dental). Prepárate para transformar el pánico en tranquilidad y quizás, como yo, salir del dentista con una sonrisa de orgullo por haberlo logrado. ¡Vamos a por ello!

mantener la calma en clinica

¿Por qué sentimos miedo al dentista?

Primero, entendamos el origen de ese miedo. Muchas personas desarrollan odontofobia (fobia dental) por alguna experiencia negativa en el pasado: un tratamiento que dolió, un dentista poco empático, o simplemente el clásico cuento de terror que escuchamos sobre “lo mucho que duele tal cosa”. Nuestro cerebro es listo y dice: “Evita esa situación a toda costa”. A esto se suma el miedo a lo desconocido (¿me va a doler? ¿qué me van a hacer exactamente?), la sensación de vulnerabilidad al estar en el sillón sin poder hablar, y hasta estímulos sensoriales: el ruido de la fresa, el olor a desinfectante, la luz fuerte… todo puede disparar ansiedad.

En mi caso, era una mezcla de todo: una mala experiencia de niña y anticipar dolor aunque supiera racionalmente que hoy la mayoría de tratamientos no duelen con la anestesia adecuada. Y es que objetivamente, la odontología moderna cuenta con anestésicos y técnicas que hacen que una visita al dentista ya no tenga por qué ser dolorosa. Sin embargo, la mente a veces no atiende a razones y el cuerpo reacciona: respiración rápida, músculos tensos, sudor frío.

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La buena noticia: este miedo se puede superar. Entender que el dentista está ahí para ayudarte (no para hacerte daño) es el primer paso. Piensa que si evitas las consultas por miedo, podrías terminar con problemas mayores que, irónicamente, requerirán procedimientos más complicados. A mí me ayudó cambiar el chip: el dentista es un aliado para mi salud, no un enemigo. Y si alguna vez sientes que uno no te trata con comprensión, estás en tu derecho de buscar un profesional que sí lo haga. Los dentistas están acostumbrados a pacientes con ansiedad dental y muchos ponen en práctica formas de hacernos sentir cómodos. ¡Hay esperanza!

miedo al dentista

Preparativos antes de la cita: relajación previa

He descubierto que la visita al dentista comienza mucho antes de sentarte en el sillón. Lo que hagas las horas e incluso días previos influye en cómo te sentirás en la consulta. Aquí van mis estrategias previas a la cita:

Descanso y rutinas relajantes la noche anterior

Las tres noches antes de ir al dentista trato de dormir bien y ayudarme con alguna rutina relajante. Por ejemplo, después de cenar me preparo una infusión de hierbas como tila, pasiflora o valeriana, que son relajantes naturales suaves. Esto me ayuda a conciliar el sueño más tranquila y a frenar los pensamientos negativos que suelen aparecer antes de dormir (“¿y si duele? ¿y si pasa algo malo?”). Con la mente más calmada por la infusión y el cansancio del día, duermo mejor y llego a la cita con menos agotamiento mental.

Otra cosa que me sirve es un baño caliente la noche anterior. Un baño o ducha con agua tibia relaja los músculos y reduce la tensión acumulada. Me pongo música suave de fondo y aprovecho para practicar respiraciones lentas mientras estoy bajo el agua. Suena simple, pero ese momento spa en casa me desconecta del temor y alivia las típicas contracturas que me dan por los nervios.

Evita estimulantes y cuida lo que comes antes

El día de la cita, cuido mucho qué como y bebo. El café de la mañana, por ejemplo, procuro evitarlo si sé que voy a ir al dentista en unas horas, porque la cafeína puede ponerme más nervioso de lo normal. En su lugar, tomo una infusión descafeinada o simplemente agua. También intento comer algo ligero pero rico en proteína (como huevos, yogur griego o frutos secos) antes de ir. Los alimentos con proteínas aportan triptófano, un aminoácido que ayuda a generar serotonina (el neurotransmisor de la calma y la felicidad), a diferencia de azúcares o carbohidratos simples que pueden dar picos de energía y ansiedad. Ir con el estómago cómodamente lleno (no hambriento pero tampoco pesado) me mantiene en equilibrio: ni nervioso por hambre, ni incómodo por digestión pesada.

En resumen, dieta pre-dentista: nada de cafeína ni exceso de azúcar; sí a snacks saludables y agua. Puede parecer irrelevante, pero el cuerpo influye en la mente más de lo que creemos.

Planifica tu cita en el mejor momento para ti

Siempre que puedo, programo la cita a una hora estratégica. A muchos nos funciona pedir hora a primera hora de la mañana. ¿Por qué? Porque así no pasamos todo el día pensando en la cita. Te levantas, te aseas, quizás ni te da tiempo a ponerte nervioso antes de que ya estés allí. En mi experiencia, las citas matutinas reducen ese “tiempo de anticipación ansiosa”.

Sin embargo, cada persona es un mundo: si sabes que eres más propenso a la calma en la tarde o en sábado cuando no tienes el estrés del trabajo, elige ese momento. Lo importante es que vayas sin prisas y sin presión de agenda. Yo evito ir en un hueco corto entre mil reuniones; prefiero un día libre o al menos una tarde donde luego pueda irme a casa a descansar. Así no estoy con la mente acelerada de otras tareas.

Otro tip: llega con un poquito de margen, pero no demasiado temprano. Antes cometía el error de llegar con 30 minutos de antelación “por si acaso”; mal idea, porque esa espera extra en la sala me daba más vueltas la cabeza. Ahora intento llegar unos 5-10 minutos antes de la hora: tiempo suficiente para avisar que llegué, pero no tanto como para desesperar en la sala de espera.

Lleva compañía si te ayuda

A mí al menos, ir acompañado me da mucha tranquilidad. Si tienes a alguien de confianza que pueda y quiera ir contigo (un familiar, tu pareja o un amigo cercano), no dudes en pedírselo. El simple hecho de tener a esa persona contigo de camino a la clínica hace que la mente se distraiga en la conversación o en sentir su apoyo, en lugar de enfocarse en el miedo. Recuerdo que mi madre me acompañó en varias visitas cuando estaba superansioso, y solo su presencia en la sala de espera ya me reconfortaba. Saber que al salir la tendrás a tu lado para “comentar la jugada” también quita peso.

Eso sí, asegúrate de que tu acompañante sea alguien que te transmite calma. Idealmente que no tenga él/ella mismo miedo al dentista, porque entonces se pueden contagiar los nervios. Un amigo optimista y sereno es la mejor elección. Y si no tienes a nadie disponible, no pasa nada: más adelante te cuento cómo los propios profesionales pueden hacerte sentir acompañado en todo momento.

Técnicas de relajación durante la consulta

Llegó el momento de la verdad: entras a la clínica, te llaman, y te sientas en el sillón. Es normal que en este punto el corazón se acelere un poquito aunque hayas hecho todo lo anterior. ¿Qué puedes hacer, ya estando ahí, para relajarte? Te comparto las técnicas durante la cita que a mí me han funcionado de maravilla.

Comunicación abierta con el dentista

Lo primero, habla con tu dentista. Sí, antes de que empiece a trastear en tu boca, toma unos minutos para compartir tus preocupaciones. Yo suelo decir algo como: “Doctor, la verdad vengo un poco nervioso porque lo paso mal en el dentista. Quería avisarle para que me tenga paciencia.” No hace falta tener vergüenza; los dentistas tratan a diario con pacientes nerviosos. Al contarles tu miedo, normalmente adoptan un tono más suave, explican más cosas mientras trabajan para darte seguridad, e incluso pueden ajustar el ritmo. He tenido odontólogos que me decían “no te preocupes, vamos despacio, cualquier cosa me haces una señal”. ¡Una maravilla sentir esa comprensión!

También es útil resolver dudas antes de empezar. Si algo específico te da miedo (por ejemplo, el sonido de la fresa, o la inyección de anestesia), díselo. Pregunta cuánto durará, si dolerá o no (te sorprenderá que muchas veces la respuesta es “no va a doler nada, solo presión”). Saber qué va a pasar paso a paso le quita un gran poder al temor. Nuestra imaginación suele ser peor que la realidad. Cuando el dentista te explica “primero haremos A, sentirás quizás un pinchacito de 2 segundos para anestesiar, luego ya no sentirás más que vibración, duraremos 30 minutos, etc.”, tu mente se apacigua porque entiende el proceso.

En esa charla previa, acuerda una señal de seguridad. Esto es clave y prácticamente todos los dentistas están de acuerdo: definan un gesto, como levantar la mano, para que tú puedas indicar “necesito que pares un momento”. Yo lo hago siempre. Saber que tengo el control de pedir un descanso si me agobio es un alivio enorme. Francamente, rara vez he necesitado usarlo, pero solo saber que puedo hacerlo me hace sentir menos atrapado. Es como un interruptor de emergencia que te deja relajarte porque sabes que si algo anda mal, podrás detenerlo.

Respiración profunda y controlada

Ahora sí, empieza el procedimiento. Uno de mis mayores aliados contra el pánico es la respiración. Parece un tópico, pero respirar bien marca la diferencia entre el pánico y la paz. Cuando estamos nerviosos tendemos a contener la respiración o a respirar muy rápido y superficial. Esto baja el nivel de oxígeno y empeora la sensación de angustia. Por eso, concéntrate en respirar lento y profundo.

Aquí te comparto dos técnicas que uso según el momento:

  • Respiración durante la inyección de anestesia: Admito que la parte que más me inquietaba era “el pinchazo” de la anestesia local. Lo que hago es sincronizar la respiración con ese momento. Cuando la enfermera prepara la jeringa, yo inhalo grande por la nariz, y justo cuando el dentista va a pinchar, exhalo por la boca de golpe, en un soplido largo. Esto tiene dos efectos: uno, me distraigo del pinchazo porque me enfoco en soplar; y dos, al exhalar y relajar el diafragma, parece que duele menos. Si la inyección tarda unos segundos, a veces me dicen “respira, respira” mientras administran el anestésico. Entonces voy haciendo inhalaciones lentas por la nariz y exhalando por la boca continuamente, despacio. Te prometo que así la anestesia se siente como un simple pellizquito manejable.
  • Respiración abdominal durante el tratamiento: Una vez anestesiado, ya no hay dolor, pero queda el tiempo en el sillón que puede generar ansiedad. Aplico la clásica técnica 3-3-3: inhalo en 3 segundos por la nariz, sintiendo que el aire baja hasta mi abdomen (incluso pongo las manos sobre la barriga para notar cómo se eleva); luego mantengo el aire 3 segundos; y suelto el aire por la boca en 3 segundos. Repetir este patrón varias veces es mágico. Notas cómo tu abdomen sube y baja lentamente, signo de que estás respirando con el diafragma y no con el pecho. Esta respiración profunda envía señales de calma al cerebro. A veces hasta me quedo adormilado haciendo esto, ¡ese es el nivel de relajación al que se puede llegar con la respiración consciente! También mantengo los ojos cerrados casi todo el tiempo a menos que necesite abrirlos. Cerrar los ojos evita que veas movimientos bruscos o instrumentos y te permite concentrarte en tu aire y quizá imaginar algo bonito (hablaremos de eso enseguida).

Sobra decir, si por nervios sientes que estás hiperventilando (respirando muy rápido y te mareas), pide una pausa, siéntate un momento y vuelve a controlar la respiración. No pasa nada, los profesionales prefieren que les digas a que te sientas mal en silencio.

tecnica respiracion

Relajación muscular y postura cómoda

Otro truco que uso es la relajación muscular progresiva. Al notar que tengo los hombros encogidos o las piernas tiesas, conscientemente hago esto: aprieto una parte del cuerpo y luego la suelto. Por ejemplo, aprieto los muslos contra la camilla 5 segundos y luego los aflojo completamente. O aprieto los puños fuerte y luego los suelto dejando caer las manos flojitas. Esta alternancia de tensión-relajación me descarga la tensión acumulada sin que el dentista ni se entere (mientras está trabajando en tu boca, tú puedes hacer estos ejercicios mentalmente). Recorro mentalmente distintos grupos musculares: pies, piernas, abdomen (este con cuidado porque no quiero moverme demasiado), hombros, brazos… Cuando terminas, es impresionante cómo todo el cuerpo se siente más ligero.

También vigila tu postura: a veces nos ponemos rígidos como tabla. Intenta apoyar bien la espalda, hundir la nuca en el respaldo para que la cabeza descanse pesada (no la tengas levantada en el aire), y deja caer los brazos sobre tu abdomen o regazo. En cuanto notas una zona tensa, usa la respiración para “enviarle” relajación mientras la aflojas. Esto suena muy yoga, pero realmente ayuda a que el cuerpo no mande señales de alarma al cerebro.

Distracciones positivas: música y visualización

Una de mis partes favoritas: llevar música. Si el sonido del torno dental (“el taladrito”) te pone de los nervios, unos buenos auriculares con tu música favorita son mano de santo. Muchos dentistas incluso te lo recomiendan porque saben que “la música amansa a las fieras”. Yo tengo una playlist especial de canciones que me relajan y me ponen de buen humor (en mi caso mucho piano suave y algo de Enya, pero cada cual con lo suyo ). Antes de empezar el tratamiento, pregunto: “¿Le importa si escucho música?” y jamás me han dicho que no, al contrario, suelen decir “claro, ponte cómodo”.

Así que me pongo mis cascos, le doy play, cierro los ojos… y adiós ruido de instrumental. La diferencia es enorme: en vez de oír “ñiiiiiii” del torno, escucho una melodía agradable o la voz de mi cantante preferido. Eso me abstrae un montón. A veces incluso tarareo mentalmente la canción y cuando me doy cuenta ya terminaron de pulirme una muela sin yo enterarme casi. Consejo: prepara la música con anticipación (el móvil con la lista descargada, en modo avión o No molestar para que no entren llamadas). Y elige audio que realmente te encante y te relaje. Pueden ser sonidos de la naturaleza, música clásica, pop suave, incluso audiolibros o podcasts entretenidos funcionan si prefieres escuchar una voz hablando que te distraiga de pensar en lo que hacen.

Otra herramienta poderosa es la visualización o imaginación guiada. Esto lo combino con la música o con la respiración cuando no llevo cascos. Consiste en usar tu mente para transportarte a otro lugar. A mí me gusta imaginar, por ejemplo, que estoy en la playa tumbado al sol. Trato de visualizar cada detalle: el sonido de las olas (si tengo música de olas mejor), la brisa con olor a mar, el calorcito en la piel, la arena entre los dedos. Me meto de lleno en esa fantasía. Otras veces planifico algo agradable: he llegado a organizar mentalmente unas vacaciones enteras mientras estaba en profilaxis dental : pensé en el destino, qué metería en la maleta, qué sitios visitaría, etc. Parece una locura, pero cuando enfocamos el pensamiento en algo positivo y complejo, no dejamos espacio para la preocupación. Es como soñar despierto. Cuando vuelves a la realidad, ¡sorpresa! Pasaron 15 minutos y tú sin darte cuenta.

La clave de la visualización es involucrar tus sentidos e ilusiones. Puedes recordar un momento feliz de tu vida con todo detalle (tu último cumpleaños, una anécdota divertida) o proyectar algo futuro emocionante (tu boda, la fiesta del próximo fin de año, ganar un partido, lo que te haga ilusión). Sumérgete en esa escena mental como si estuviera ocurriendo de verdad. Esto reduce la percepción de incomodidad y tiempo.

Personalmente, uno de mis trucos preferidos es planear qué me voy a regalar o qué voy a hacer al salir del dentista. Tipo: “cuando termine, me voy a dar un capricho: compraré ese pastel que me gusta” o “me voy a dar la tarde libre viendo mi serie favorita”. Me imagino ya degustando el pastel o tirado en el sofá viendo la serie. Esa recompensa mental me motiva y mantiene la mente ocupada en lo bueno que viene después, no en el procedimiento en sí.

Apoyo profesional: clínicas y técnicas para reducir la ansiedad

Hasta aquí nos hemos centrado en lo que tú puedes hacer por tu cuenta para relajarte en el dentista. Pero afortunadamente, no tienes que hacerlo todo solo. Existen opciones profesionales que facilitan muchísimo las cosas a quienes sufrimos ansiedad dental. Te cuento dos pilares importantes: las técnicas de sedación y la experiencia en la clínica misma.

Sedación consciente y otras ayudas médicas

Si tu miedo es tan intenso que aún con todo lo anterior sientes que no podrás manejarlo, habla con tu dentista sobre las opciones de sedación para la ansiedad dental. La sedación consciente es una técnica estupenda donde te administran un sedante suave, manteniéndote consciente pero en un estado de relajación profunda y sin ansiedad. Puede ser:

  • Sedación con óxido nitroso: te colocan una mascarilla nasal con un gas llamado óxido nitroso (conocido como gas de la risa). Inhalas ese gas mezclado con oxígeno y en pocos minutos sientes tu cuerpo ligero, tranquilo, incluso un puntito alegre. Realmente te despreocupas. Yo lo probé una vez para una extracción de muela del juicio y fue fantástico: estaba despierto pero cero nervios, todo me daba igual en el buen sentido. Lo mejor es que al terminar, respiras oxígeno puro un ratito y el efecto desaparece rápido, puedes volver a casa sin esa sensación de resaca.
  • Sedación oral con medicación: consiste en tomar una pastilla ansiolítica que te recetan (por ejemplo, Halcion o algún benzodiacepina suave) antes de la cita. Esto te hace llegar ya calmado. Durante el procedimiento sigues despierto pero muy tranquilo y quizás algo somnoliento. Su efecto dura varias horas, por lo que generalmente te piden ir acompañado (no puedes conducir después ese día, por ejemplo).
  • Sedación intravenosa supervisada: es un nivel más profundo de sedación consciente. Un médico anestesiólogo te inyecta medicamentos sedantes por vía intravenosa. Te sumes en un estado parecido al sueño: no sientes miedo ni te enteras de casi nada, aunque técnicamente puedes responder a órdenes si se te habla. Yo lo describiría como “estar en las nubes”. Muchos pacientes con fobia severa optan por esto, sobre todo para tratamientos largos (cirugías de implantes, varias extracciones a la vez, etc.). Requiere equipo especializado, pero muchas clínicas lo ofrecen; en cuyo caso tendrás un anestesista monitorizando tus signos vitales todo el rato. Es muy seguro en manos profesionales.

Además de la sedación, está la anestesia local de toda la vida que, aunque no quita la ansiedad, al menos elimina el dolor físico. Saber que no te va a doler ya es un alivio enorme. Siempre puedes pedir que te pongan anestesia extra si sientes cualquier cosa. Los dentistas prefieren eso a que sufras en silencio. También hay clínicas con opciones como láser dental para ciertos procedimientos, lo cual reduce necesidad de instrumental ruidoso, o incluso ofrecen mantitas de peso, peluches antiestrés, gafas de realidad virtual para distraerte… ¡La tecnología avanza!

Lo importante es: no tengas pena en pedir estas ayudas. No eres el único ni es vergonzoso. Si un determinado tratamiento te atemoriza mucho, dile al odontólogo “¿existe la posibilidad de sedación para mí? Porque estoy muy nervioso”. La mayoría de profesionales te lo sugerirán ellos mismos si te ven con pánico. Es preferible eso a que abandones el tratamiento. Al final, estas herramientas están para que tú vivas la experiencia lo mejor posible. Y de verdad, bendita sedación, qué diferencia cuando se necesita.

El entorno y la experiencia en la clínica (el enfoque Cherry Health)

No todas las clínicas dentales son iguales cuando se trata de la experiencia del paciente. Puede sonar a detalle menor, pero el entorno físico y humano de la consulta influye muchísimo en cómo de relajado o tenso te sientes. Te cuento: tiempo atrás descubrí Cherry Health, una iniciativa que está revolucionando la manera en que se diseñan las clínicas dentales pensando precisamente en pacientes con miedo.

¿Qué tiene de especial Cherry Health? Básicamente han entendido que para reducir la ansiedad dental, hay que abordar todo el conjunto de la experiencia. Esto va desde la arquitectura y decoración de la clínica, hasta la atención del personal y los protocolos clínicos. Cuando entré a una clínica asociada a Cherry Health por primera vez, me sorprendió: en lugar del típico olor a médico y paredes blancas frías, había un aroma agradable, colores cálidos y naturales, y luz suave. La sala de espera parecía más una sala de estar cómoda, con sillones ergonómicos, música ambiental tranquila y hasta elementos de distracción (revistas interesantes, una pantalla con videos relajantes de paisajes). Uno siente menos que “está en el dentista” y más en un lugar amigable.

Pero no es solo la decoración: el personal en Cherry Health está entrenado para dar atención psicológicamente amable. Desde la recepcionista hasta el doctor, todos sabían que yo estaba nervioso (porque lo indiqué al llegar) y me trataron con una paciencia y empatía notables. Me hablaban con voz calmada, sonriendo, explicándome cada paso sin yo tener que preguntar. Tenían protocolos como ofrecerte una mantita ligera si te ven tiritando, preguntarte constantemente si estás bien, y hacer pequeñas pausas durante el tratamiento para que respires. ¡Hasta me ofrecieron auriculares con música si quería! Yo llevaba los míos, pero el gesto me pareció genial.

Cherry Health como concepto integra incluso el factor arquitectura: salas con buena insonorización (para que no escuches al taladro de al lado), vistas agradables (mi gabinete tenía una ventana a un jardín interior que daba paz mirar), y sillones dentales más cómodos que otros que he probado. Parece mentira, pero el diseño centrado en el paciente quita muchas capas de ansiedad. Cuando todo a tu alrededor te transmite tranquilidad y control, es más difícil entrar en pánico.

Por eso, elegir una clínica adecuada puede ser la mitad de la batalla ganada. Si tienes opción, busca sitios que mencionen enfoque en pacientes con ansiedad o clínicas tipo Cherry Health donde la prioridad es tu comodidad. Estas clínicas suelen tener en su web apartados sobre “experiencia del paciente” o “sedación y confort”, etc. Vale la pena investigar. En mi caso, cambiarme a una clínica así fue un antes y después: pasé de temblar cada vez, a casi olvidar que estaba en el dentista durante la cita, porque se encargaron de que fuera una experiencia suave en todos los sentidos.

apoyo profesional clinicas dentales

Preguntas frecuentes sobre miedo y ansiedad en el dentista

¿Qué puedo hacer si el pánico al dentista es tan fuerte que ni siquiera puedo sentarme en el sillón?

Si tu ansiedad es extrema hasta el punto de impedir siquiera iniciar el tratamiento, lo primero es comunicarlo abiertamente al dentista. Un buen profesional puede invitarte un día solo a conversar, sin tratamiento, para acostumbrarte al entorno. Además, existen opciones de sedación (como comentamos, óxido nitroso o sedación más profunda) que pueden ayudarte a sobrellevar la cita. También puedes considerar apoyo externo: algunas personas con fobia dental se benefician de unas sesiones con un psicólogo especializado en fobias, que les enseña técnicas de desensibilización. No te rindas: con la combinación adecuada de terapia, sedación y un equipo comprensivo, incluso el pánico más arraigado se puede gestionar.

¿Es segura la sedación consciente en el dentista?

Sí, la sedación consciente es muy segura cuando la realiza un profesional cualificado. Antes de sedarte, te harán preguntas de salud para asegurarse de que eres apto. Durante la sedación (sea con óxido nitroso, oral o IV), tus signos vitales se monitorizan constantemente. Sigues respirando por ti mismo y puedes responder si te hablan, solo que estarás muy relajado. Miles de pacientes la usan a diario para tratamientos dentales sin complicaciones. Los efectos sedantes desaparecen al cabo de poco tiempo (dependiendo del método, desde minutos hasta un par de horas). Eso sí, siempre sigue las indicaciones: por ejemplo, si te sedas vía oral o IV, ve acompañado y descansa el resto del día. En manos expertas, la sedación es una excelente herramienta para hacerte la visita no solo segura, sino también cómoda.

¿Cómo preparo a mi hijo pequeño que tiene miedo a ir al dentista?

Lo principal es normalizar y positivizar la experiencia. Habla del dentista en casa como algo rutinario y bueno: “el dentista es tu amigo que va a contar y limpiar tus dientes para que estén sanos”. Evita frases negativas o transmitirle tu propio temor (los niños lo captan todo). Puedes jugar al “dentista” en casa: con un peluche, simulen una revisión divertida; o deja que él/ella “revise” tus dientes, para que vea que no pasa nada. Cuentos infantiles o videos educativos sobre la visita dental también ayudan a familiarizar. Es vital no engañarle: si pregunta “¿me va a doler?”, puedes decir “a veces se siente un poquito extraño, pero pasa rápido y luego tus dientes estarán fuertes”. Llévalo a una clínica especializada en niños si es posible (odontopediatría), donde saben cómo tratar a los peques con cariño, juguetes e incluso decoración amigable (muchas tienen dibujos animados, premios por portarse bien, etc.). Y cuando salga de su primera consulta, celébralo mucho: refuerzo positivo para que asocie dentista con algo bueno (un helado sin azúcar –¡después del flúor!– o una salida al parque). Con paciencia y honestidad, tu hijo puede incluso llegar a disfrutar las visitas.

¿Puedo tomar algún tranquilizante por mi cuenta antes de ir al dentista?

No es recomendable automedicarse. Si crees que necesitas medicación para los nervios, coméntaselo al dentista o a tu médico de cabecera. Ellos pueden recetarte algo adecuado en dosis segura si lo ven necesario (por ejemplo, un ansiolítico suave la noche antes y otra dosis antes de la cita). Tomar algo por tu cuenta (como medicamentos para la ansiedad de un familiar, tilas en cantidades excesivas, etc.) puede ser peligroso o interferir con la anestesia u otros aspectos del tratamiento. Así que siempre, consulta primero. Dicho esto, remedios naturales como la valeriana, pasiflora o tila en infusión son seguros en general, pero igual infórmale al dentista que las has tomado por si acaso. Y recuerda, la sedación consciente administrada por el profesional es otra alternativa si necesitas algo más fuerte; no te arriesgues mezclando medicamentos sin supervisión.

¿Realmente funciona escuchar música o respirar, no será una tontería?

¡Funciona más de lo que crees! Estas técnicas de relajación tienen base científica: la respiración profunda activa el sistema nervioso parasimpático, que es el que induce la calma (disminuye ritmo cardiaco y presión arterial, contrarrestando la respuesta de “lucha o huida” del miedo). La música relajante, por su parte, disminuye los niveles de cortisol (la hormona del estrés) y genera endorfinas; por eso notas que con tu canción favorita todo es más llevadero. Por supuesto, cada persona es distinta: puede que a ti te funcione mejor la visualización que la música, o apretar una pelotita antiestrés en vez de la relajación muscular. Mi consejo es que pruebes varias técnicas y descubras cuáles te hacen mejor efecto. A mí al principio también me sonaba a “no puede ser tan fácil”, pero incorporarlas cambió radicalmente mi experiencia. Son técnicas sencillas, gratis y sin contraindicaciones – ¡vale la pena intentarlas! Combinadas, logran que cuerpo y mente entren en un estado mucho más tranquilo. Quizá no eliminarán al 100% tus nervios, pero te aseguro que pueden bajarlos a un nivel manejable donde ya no lo pasas mal.

En conclusión, superar el miedo y la ansiedad dental es un proceso, pero sí se puede lograr. Con preparación previa, usando técnicas de relajación durante la cita y apoyándote en tu dentista y en clínicas centradas en el paciente como Cherry Health, ir al dentista deja de ser una película de terror. Te lo dice alguien que pasó de cancelar citas por pánico a poder sentarse en el sillón casi con tranquilidad (¡incluso echando una siestecita con óxido nitroso me he visto! ).

La próxima vez que te toque revisión o un tratamiento, pon en práctica estos consejos. Prepara tu mente y tu cuerpo, comunícate con tu dentista, respira, escucha tu música, visualiza esa playa paradisíaca… y verás que sí sabes cómo relajarte en el dentista. Tu salud bucal lo agradecerá y tú también, porque te sentirás orgulloso de haberlo logrado. ¡Ánimo, que tú puedes conquistar ese miedo y salir con una sonrisa sana y feliz!

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