El acné es una enfermedad inflamatoria crónica del folículo pilosebáceo, caracterizada por la presencia de comedones (abiertos y cerrados), pápulas, pústulas, nódulos y, en algunos casos, lesiones quísticas o cicatrices residuales. El término proviene del griego akmē (eflorescencia, punto alto), y refleja su manifestación clínica más visible: lesiones cutáneas localizadas principalmente en áreas ricas en glándulas sebáceas como la cara, el pecho y la espalda. El acné se produce por una combinación de hiperqueratinización folicular, aumento de la producción de sebo, colonización por Cutibacterium acnes (anteriormente Propionibacterium acnes) y una respuesta inflamatoria inmune local.
Importancia Clínica y contextualización en las dermatosis inflamatorias
El acné es una de las afecciones dermatológicas más prevalentes a nivel mundial, afectando aproximadamente al 85% de los adolescentes en algún momento, pero también puede persistir o iniciarse en la edad adulta, especialmente en mujeres. Su importancia clínica no radica únicamente en sus manifestaciones cutáneas, sino en sus implicaciones psicológicas y sociales. El impacto del acné en la calidad de vida puede ser comparable al de enfermedades sistémicas crónicas como la diabetes o el asma, dado que afecta la autoestima, las relaciones interpersonales y puede estar asociado a depresión, ansiedad o aislamiento social. El acné es una condición multifactorial que puede manifestarse en formas clínicas leves a severas, y su correcto abordaje requiere un enfoque integral que contemple factores endógenos (hormonales, inmunológicos) y exógenos (cosméticos, medicamentos, estrés, dieta).
Características clínicas y morfológicas
Morfología típica y variaciones
Las lesiones acneicas pueden clasificarse en no inflamatorias (comedones abiertos o puntos negros, y comedones cerrados o puntos blancos) e inflamatorias (pápulas, pústulas, nódulos, abscesos y quistes). Los comedones se producen por la obstrucción del infundíbulo folicular con queratina y sebo. Las lesiones inflamatorias surgen cuando se añade a este tapón la colonización por C. acnes y la subsecuente activación inmunológica. Existen múltiples formas clínicas, incluyendo:
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Acné vulgar: Forma más común, predomina en adolescentes.
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Acné conglobata: Forma severa con lesiones noduloquísticas profundas, abscesos y cicatrices.
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Acné fulminans: Variante aguda y ulcerativa, asociada a fiebre y malestar general.
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Acné excoriado: Forma autoinducida, común en mujeres jóvenes, con manipulación compulsiva de lesiones.
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Acné neonatal e infantil: Transitorio, relacionado con influencia hormonal materna o disfunción hormonal transitoria.
Localización y prevalencia
El acné se presenta predominantemente en la cara (especialmente mejillas, frente y mentón), pero también es común en el tórax anterior, la espalda superior y los hombros. Aunque suele iniciarse durante la pubertad, puede persistir o comenzar en la adultez (acné tardío). La prevalencia varía según grupo etario, género y factores étnicos. En adolescentes, afecta a más del 80%, mientras que en mujeres adultas puede alcanzar hasta el 40%. Existen diferencias en patrones de presentación y persistencia según el sexo: los hombres suelen desarrollar formas más severas durante la adolescencia, mientras que las mujeres presentan formas persistentes de moderadas a leves en la adultez.
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Clasificación clínica
Para evaluar la severidad del acné se emplean diversas escalas, como la escala de Leeds, el IGA (Investigator’s Global Assessment) o el GAGS (Global Acne Grading System). Estas herramientas consideran:
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Tipo y número de lesiones.
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Distribución anatómica.
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Grado de inflamación.
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Presencia de cicatrices.
Una clasificación común divide el acné en:
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Leve: Comedones, pocas pápulas.
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Moderado: Pápulas y pústulas más numerosas.
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Severo: Nódulos, quistes, cicatrices.
El tipo de acné y su severidad guían la elección del tratamiento y permiten monitorear la respuesta terapéutica a lo largo del tiempo.
Principios fisiopatológicos y etiopatogenia
Fisiopatología multifactorial
El desarrollo del acné se debe a la interacción compleja de múltiples factores:
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Hiperqueratinización folicular: Aumento de la proliferación y disminución de la descamación de queratinocitos en el infundíbulo piloso.
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Hiperproducción de sebo: Estimulada por andrógenos, especialmente durante la pubertad.
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Colonización por Cutibacterium acnes: Bacteria grampositiva anaerobia que metaboliza el sebo y promueve la inflamación.
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Inflamación perifolicular: Inicia en etapas tempranas, incluso en comedones clínicamente no inflamados.
Además, se han propuesto mecanismos adicionales como la disbiosis del microbioma cutáneo, la alteración del sistema inmunitario innato y la sensibilidad individual a las hormonas androgénicas.
Factores contribuyentes
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Factores hormonales: Pubertad, síndrome de ovario poliquístico (SOP), hiperplasia suprarrenal congénita, andrógenos exógenos.
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Medicamentos: Corticoides, litio, anticonvulsivantes, ciclosporina.
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Estrés emocional y sueño: Influye sobre el eje HHA y la secreción de sebo.
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Dieta: Alta carga glicémica, lácteos (especialmente leche descremada), algunos suplementos (proteínas whey).
Diagnóstico y procedimientos clínicos asociados
Evaluación diagnóstica
El diagnóstico del acné es fundamentalmente clínico, basado en la inspección directa de las lesiones y su distribución. Se requiere una anamnesis detallada que explore:
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Edad de inicio y evolución.
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Factores agravantes (menstruación, cosméticos, estrés).
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Presencia de signos de hiperandrogenismo (hirsutismo, alopecia, irregularidades menstruales).
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Uso de medicamentos o suplementos.
En casos seleccionados (acné severo, de inicio tardío, o resistente a tratamiento) puede requerirse evaluación hormonal (testosterona libre, DHEA-S, 17-OHP) o estudios complementarios como ecografía ovárica.
Diagnóstico diferencial
Es importante distinguir el acné de otras dermatosis similares, como:
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Rosácea: Pápulas y pústulas, pero sin comedones.
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Foliculitis bacteriana o por hongos: Lesiones pustulosas en áreas no seborreicas.
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Dermatitis perioral: Pápulas peribucales con preservación del vermellón labial.
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Hiperplasia sebácea: Lesiones umbilicadas, más frecuentes en adultos.
Estrategias de manejo: Prevención y monitorización
Enfoques terapéuticos
El tratamiento del acné debe ser individualizado, según el tipo de lesión, severidad, duración, respuesta previa y preferencias del paciente. Las estrategias incluyen:
Terapia tópica
Primera línea en casos leves a moderados:
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Retinoides tópicos: Adapaleno, tretinoína, tazaroteno. Normalizan la queratinización.
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Peróxido de benzoilo: Efecto antimicrobiano y queratolítico.
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Antibióticos tópicos: Clindamicina o eritromicina (siempre en combinación con peróxido para evitar resistencias).
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Ácido azelaico: Alternativa segura en embarazo.
Terapia sistémica
Indicada en formas moderadas a severas:
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Antibióticos orales: Doxiciclina, minociclina. Eficaces en reducir inflamación.
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Anticonceptivos orales: Para acné hormonal en mujeres (con antiandrógenos como ciproterona o drospirenona).
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Isotretinoína oral: Tratamiento más eficaz y definitivo, indicado en acné severo, noduloquístico o recidivante. Requiere seguimiento estricto.
Apoyo y educación
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Educación del paciente: Evitar manipulación de lesiones, adherencia al tratamiento, expectativas realistas.
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Fotoprotección: Especialmente en uso de retinoides o tratamientos despigmentantes.
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Control de cosméticos: Elegir productos “no comedogénicos” y de pH adecuado.
Avances e Innovaciones en Investigación
Nuevas perspectivas fisiopatológicas
La investigación reciente ha propuesto nuevos mediadores involucrados en el acné:
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Alteraciones en el microbioma cutáneo más allá de C. acnes.
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Rol del inflamasoma NLRP3 en la respuesta inmunológica.
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Implicación de péptidos antimicrobianos como LL-37 en la inflamación.
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Estudio de la respuesta hormonal individual y de la resistencia periférica a la insulina como moduladores del acné adulto.
Nuevas terapias y tecnologías
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Retinoides de nueva generación (trifaroteno).
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Láser y luz pulsada intensa (IPL) para inflamación y cicatrices.
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Terapias biológicas en estudio para formas inflamatorias severas.
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Terapia fotodinámica, probióticos tópicos, moduladores del sebo en investigación.
Tendencias futuras en el manejo del acné
La comprensión del acné se orienta hacia una visión más integrativa y personalizada, que reconozca la influencia del microbioma, la endocrinología, la genética y el estilo de vida del paciente. Las líneas futuras apuntan a:
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Individualización del tratamiento según perfil inflamatorio.
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Desarrollo de biomarcadores de riesgo y respuesta terapéutica.
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Mayor enfoque en prevención de cicatrices y calidad de vida.
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Reducción del uso de antibióticos mediante estrategias combinadas y alternativas no antibacterianas.