Carillas dentales 

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Carillas dentales 

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Ismael Cerezo

Las carillas dentales son finas láminas laminares que se adhieren a la superficie visible (frontal) de los dientes con propósitos restaurativos principalmente estéticos. Desde un punto de vista técnico, constituyen restauraciones protésicas fijas y adhesivas: imitan el esmalte dental en color y translucidez, adhiriéndose de forma permanente al diente para mejorar su forma, color, tamaño o incluso posición leve. Por lo general, se fabrican a medida utilizando materiales biocompatibles de alta estética – típicamente porcelana cerámica o resina compuesta (composite) – capaces de reproducir el aspecto natural del diente. Este tratamiento se considera mínimamente invasivo, ya que logra transformaciones notables en la sonrisa con un desgaste dental muy limitado en comparación con alternativas más agresivas (como las coronas completas). Desarrolladas y perfeccionadas desde los años 1980 gracias a los avances en odontología adhesiva, las carillas dentales gozan hoy de gran aceptación clínica por su alta predictibilidad y tasas de éxito a largo plazo.

En odontología contemporánea, las carillas representan una solución de referencia en casos estéticos: permiten corregir decoloraciones severas (manchas por fluorosis, tinciones por antibióticos como tetraciclinas, envejecimiento del esmalte, etc.), cerrar espacios interdentales (diastemas), restaurar dientes astillados o desgastados, alinear discretas malposiciones sin recurrir a ortodoncia extensa y, en general, rejuvenecer la apariencia de la sonrisa. Todo ello se consigue conservando la mayor parte de la estructura dentaria sana, pues las carillas únicamente cubren la cara frontal del diente (y a veces el borde incisal) sin envolver completamente la pieza. Así, han emergido como una alternativa más conservadora frente a las coronas convencionales cuando el objetivo es principalmente estético: con un sacrificio mínimo de esmalte, es posible lograr cambios dramáticos pero naturales en la dentición anterior. En resumen, las carillas dentales se definen por su naturaleza laminar ultrafina, su fijación adhesiva firme al esmalte y su capacidad para lograr una restauración estético-funcional altamente satisfactoria de manera duradera.

Componentes y características principales

Materiales empleados: Los dos materiales predominantes para confeccionar carillas son la porcelana dental (cerámica) y la resina compuesta. Las carillas de porcelana – elaboradas con cerámicas odontológicas como la porcelana feldespática o el moderno disilicato de litio – destacan por su excelente mimetismo con el diente natural. Son altamente translúcidas, presentan un brillo y color muy similares al esmalte real, y resisten bien la pigmentación y el desgaste a lo largo del tiempo. Una vez cementadas, las carillas cerámicas no solo embellecen sino que pueden reforzar la estructura del diente subyacente, manteniendo su estabilidad de color por muchos años. Por otro lado, existen carillas de composite (resina compuesta), que pueden confeccionarse directamente en la clínica por el odontólogo o indirectamente en un laboratorio. Las carillas de composite ofrecen ciertas ventajas: suelen requerir un desgaste de esmalte aún menor (son muy conservadoras) y su coste económico es inferior al de las cerámicas. Además, al estar hechas de resina, resultan más fáciles de reparar en caso de pequeñas fracturas o daños: se puede añadir material compuesto y pulir nuevamente sin necesidad de reemplazar toda la carilla. Sin embargo, el composite tiene también desventajas: es menos resistente al desgaste y especialmente propenso a la decoloración con el paso del tiempo (por la absorción de pigmentos de la dieta, té, café, tabaco, etc.), por lo que su longevidad clínica suele ser menor que la de las porcelanas. Aun así, gracias a su versatilidad y enfoque mínimamente invasivo, las carillas de composite siguen siendo una opción importante, especialmente en casos temporales o en pacientes jóvenes, y se enseñan ampliamente en facultades de odontología. Tanto las porcelanas modernas como las resinas compuestas odontológicas son biomateriales biocompatibles, diseñados para integrarse en el medio oral sin provocar reacciones adversas en dientes, encías u otros tejidos.

Diseño y estructura de la carilla: Una carilla dental se compone fundamentalmente de dos partes integradas: la fina lámina protésica en sí (de cerámica o composite) y la capa de cemento adhesivo con la cual se fija al diente. A diferencia de otras restauraciones, la carilla no lleva estructura metálica ni partes removibles: es esencialmente un “frente” laminado que cubre la superficie vestibular del diente, adaptándose a su contorno. Según la preparación realizada sobre el diente, las carillas pueden tener distinta extensión o cobertura:

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  • Algunas restauraciones cubren únicamente la cara frontal sin tocar el borde incisal, en lo que se denomina diseño tipo “window” (ventana), apropiado cuando solo se desea recubrir la fachada visible manteniendo intacto el borde de corte.

  • Otras carillas incluyen el recubrimiento del borde incisal del diente. Dentro de esta categoría, hay subvariantes: por ejemplo, el diseño “feather” (pluma) cubre mínimamente el borde incisal con un espesor muy fino; el diseño “bevel” (bisel) implica un ligero desgaste inclinado del borde incisal para solapar la carilla sobre él; y el diseño de “incisal overlap” (superposición incisal) cubre completamente el borde incisal extendiéndose hacia la cara interna un par de milímetros.

La elección de uno u otro diseño depende de las necesidades estéticas y mecánicas de cada caso. Por ejemplo, cubrir el borde incisal puede aportar mayor resistencia a la fractura y mejorar la integración estética en ciertos pacientes (evitando una línea visible en el borde). De hecho, estudios clínicos han señalado que las carillas con ligera superposición incisal tienden a presentar resultados más predecibles en longevidad, probablemente porque distribuyen mejor las cargas oclusales. En todos los casos, un principio fundamental del diseño de preparación es limitar el tallado al esmalte dental. El esmalte es la capa externa dura del diente y ofrece la superficie ideal para la adhesión; por ello, mantener los márgenes de la carilla dentro del esmalte (evitando exponer dentina subyacente) maximiza la fuerza de unión y reduce riesgos de sensibilidad o filtración. Normalmente, el margen cervical (hacia la encía) de la carilla se termina en un ángulo muy fino y se ubica justo a nivel de la línea gingival o ligeramente por encima, de modo que la transición carilla-diente quede disimulada pero sin invadir el tejido periodontal. Esto exige gran precisión: un acabado marginal liso y bien adaptado asegura tanto la estética (que la unión sea imperceptible) como la salud gingival (evitando irritación por sobrecontorno).

Indicaciones y alcance clínico: Las carillas dentales se indican principalmente en dientes anteriores (incisivos y caninos, y en ocasiones premolares visibles al sonreír) con fines estéticos. Constituyen una solución eficaz para:

  • Manchas o decoloraciones persistentes: cubren alteraciones de color del esmalte que no responden adecuadamente al blanqueamiento dental convencional, como las manchas por fluorosis, tinciones por tetraciclinas, hipoplasias del esmalte o simplemente el oscurecimiento generalizado por envejecimiento. Al colocar una carilla, se puede devolver un color blanco uniforme al diente manchado.

  • Fracturas leves o desgaste incisal: reparan dientes astillados en el borde o con desgaste por hábito (p. ej., pacientes con bruxismo leve que han erosionado sus incisivos). La carilla repondrá la porción perdida, restaurando el contorno original.

  • Irregularidades de forma o tamaño: permiten corregir dientes con morfología atípica (p. ej., incisivos conoides o más pequeños de lo normal), cerrar diastemas interincisales (espacios entre dientes), alargar dientes cortos o desgastados, y en general armonizar las proporciones de la sonrisa.

  • Malposiciones leves: en ciertos casos, sirven para disimular ligeras rotaciones o apiñamientos sin recurrir a ortodoncia. Por ejemplo, si un incisivo está levemente girado o más retruído, se puede tallar mínimamente y aplicar una carilla que recomponga su alineación aparente con el resto. Obviamente, esto tiene sus límites y solo aplica a malposiciones muy sutiles; no es sustituto de una ortodoncia cuando hay maloclusiones importantes.

Cabe mencionar que incluso pueden emplearse carillas para rehabilitar restauraciones previas: por ejemplo, cubrir la superficie visible de antiguas coronas o puentes cerámicos que se han astillado, mediante una nueva carilla adhesiva que recubra la porcelana dañada (logrando así una reparación intraoral sin retirar completamente la prótesis existente).

No obstante, las carillas no son adecuadas en todos los contextos. Existen contraindicaciones relativas, entre ellas:

  • Hábitos parafuncionales severos: Pacientes con bruxismo marcado (que aprietan o rechinan fuertemente los dientes), mordedores de objetos, onicofágicos (que se muerden las uñas compulsivamente) u otros hábitos de alta carga mecánica, no son buenos candidatos, ya que las fuerzas excesivas pueden fracturar o desprender las carillas. En estos casos, si aún así se decide el tratamiento, debe preverse protección nocturna con férulas y monitorización estrecha.

  • Mordidas inadecuadas en el sector anterior: Si un paciente presenta una mordida borde a borde (los incisivos superiores contactan directamente contra los inferiores, sin traslape) o una mordida invertida (los inferiores sobresalen sobre los superiores), la dinámica oclusal resultante pone en riesgo las carillas. Estas relaciones anómalas implican contactos desfavorables durante la masticación que fácilmente despostillarían o despegarían las láminas, por lo que en tales casos se suele contraindicar a menos que se corrija primero la oclusión.

  • Insuficiente esmalte disponible: Como se enfatizó, la adhesión ideal requiere esmalte. Si un diente ha perdido la mayor parte de su esmalte (sea por caries extensas, restauraciones grandes previas, erosión severa, abrasión, etc.), la superficie para adherir la carilla es principalmente dentina, lo cual compromete la retención. En tales casos de estructura dental muy comprometida, suele preferirse otras restauraciones más agresivas pero seguras (como una corona completa) que brinden cobertura total y retención mecánica adicional.

  • Higiene oral deficiente o alto riesgo de caries: Antes de emprender un tratamiento estético, es imprescindible que el paciente tenga una buena salud bucodental básica. Si alguien presenta caries activas, enfermedad periodontal sin tratar, o un historial de mala higiene, debe posponerse la colocación de carillas hasta sanear el entorno oral. De lo contrario, las carillas podrían fracasar pronto por caries recurrente en sus bordes o inflamación gingival crónica.

En síntesis, la selección del caso es crítica: el éxito a largo plazo de las carillas depende de indicar el tratamiento solo en situaciones favorables (dientes con suficiente esmalte sano, oclusión estable, paciente colaborador en cuidados) y descartar o corregir previamente los factores de riesgo. Con una indicación adecuada, las carillas pueden integrarse de manera predecible y duradera, mientras que en casos inadecuados pueden fallar prematuramente.

Principios biológicos y científicos fundamentales

El fundamento científico de las carillas dentales reside en los avances de la odontología adhesiva, disciplina que ha permitido unir firmemente materiales artificiales (como cerámicas o composites) al tejido dental duro (esmalte y dentina). Biológicamente, la clave del éxito de una carilla es lograr que quede fusionada al diente como si fuera una extensión del mismo, lo cual se consigue mediante complejos protocolos de adhesión con resinas de alta tecnología.

Mecanismo de adhesión al esmalte: Antes de cementar una carilla, la superficie del diente preparado se somete a un proceso de grabado ácido. Típicamente se aplica ácido ortofosfórico al ~35-37% sobre el esmalte por unos segundos. Este ácido produce una microrretención al desmineralizar selectivamente la capa superficial de esmalte, creando una textura rugosa a nivel microscópico y aumentando la energía superficial del diente. Tras enjuagar y secar, el esmalte grabado adquiere un aspecto blanquecino mate, señal de que millones de microporos y irregularidades se han formado en su superficie. En esa condición, al colocar posteriormente un cemento resinoso fluido (que contiene monómeros acrílicos), este penetrará por capilaridad en los microporos del esmalte. Al polimerizar la resina (generalmente mediante luz azul visible de lámparas especiales), los monómeros se convierten en un polímero sólido formando especies de “clavijas” o tags de resina anclados dentro del esmalte grabado. El resultado es una unión mecánica sumamente fuerte entre el diente y la resina. De forma análoga, la cara interna de la carilla (especialmente cuando es de porcelana) también se prepara químicamente: las porcelanas de tipo vítreo se graban con ácido hidrofluorhídrico en la superficie interna, lo que genera microrretenciones en la cerámica, y luego se aplica un agente silanizante (silano). El silano es una molécula bifuncional que por un extremo se enlaza químicamente con el vidrio de la cerámica (sílice) y por el otro puede copolimerizar con las resinas del cemento. Este paso “silaniza” la porcelana, creando puentes de unión química entre la superficie interna de la carilla y el cemento resinoso. Finalmente, al colocar la carilla sobre el diente con el cemento intermedio y polimerizarlo, se forma un sándwich robusto: porcelana – cemento – esmalte íntimamente unidos. De hecho, se ha medido que la resistencia adhesiva de este complejo puede alcanzar del orden de ~50–60 MPa en laboratorio, aproximadamente el doble de la fuerza de unión de un composite directo adherido solo a esmalte sin porcelana. En otras palabras, la porcelana bien adherida mediante resina puede integrarse tanto que el conjunto pasa a comportarse biomecánicamente como una sola estructura continua con el diente.

Un hallazgo importante de la investigación es que adherir sobre esmalte (y no sobre dentina) es crítico para la longevidad. El esmalte ofrece una superficie estable y altamente mineralizada que mantiene la unión a largo plazo; en cambio la dentina, al ser más orgánica y contener túbulos con fluido, presenta una adhesión menos predecible y más susceptible a degradación con los años. Por ello, se insiste en diseños de preparación que sacrifiquen solo esmalte y no dejen dentina expuesta en los márgenes. Cuando la carilla logra asentarse mayoritariamente sobre esmalte, la probabilidad de que se despegue o filtre con el tiempo disminuye dramáticamente. Preservar el máximo espesor posible de esmalte es entonces un principio biológico fundamental en carillas.

Perspectiva biológica y biomecánica: Las carillas dentales se consideran un abordaje mínimamente invasivo, lo que conlleva notables ventajas biológicas. Al requerir una reducción superficial muy limitada del diente:

  • Se minimiza el riesgo de irritación o daño pulpar. La pulpa dental (el nervio y vasos en el interior del diente) suele permanecer indemne, ya que el tallado no suele aproximarse a ella. A diferencia de preparaciones más profundas para coronas, con las carillas rara vez hay sensibilidad post-operatoria o riesgo de inflamación pulpar, dado que la intervención se queda en capas externas.

  • Se conservan tejidos sanos: la filosofía es tocar lo menos posible del diente. Al evitar debilitamientos innecesarios, el diente conserva su resistencia intrínseca y vitalidad.

  • El esmalte remanente bajo la carilla actúa como una base rígida que soporta y distribuye fuerzas junto con la porcelana. En efecto, la combinación de un diente parcialmente recubierto de porcelana adhesiva resulta bastante resistente: aunque la carilla es delgada (~0,5 mm típica), el conjunto esmalte-porcelana trabaja cooperativamente para resistir las fuerzas masticatorias normales. Esto explica por qué las carillas, bien planificadas, pueden durar años enfrentando el estrés de la mordida sin fracturarse ni despegarse.

De hecho, biomecánicamente las carillas pueden reforzar ligeramente un diente frágil. Por ejemplo, un incisivo con gran desgaste en su cara frontal puede ser propenso a fisuras; al adherirle una lámina cerámica, esta añade un refuerzo externo que puede ayudar a prevenir fracturas, siempre y cuando la adhesión se mantenga intacta. No se debe confundir, sin embargo, con un refuerzo estructural equivalente a una corona completa: la carilla solo protege la cara vestibular, pero deja expuesto el resto del diente a posibles fracturas si hay sobrecargas. Por ello es vital que la oclusión (forma en que muerden los dientes) esté bien ajustada, de modo que la carilla no reciba impactos indebidos.

Interacción con los tejidos blandos: Otro aspecto biológico relevante es la respuesta de las encías alrededor de las carillas. Cuando una carilla está correctamente confeccionada y cementada, el tejido gingival la tolera de forma excelente. Las porcelanas dentales son materiales altamente biocompatibles y su superficie, tras el glaseado y pulido, es extremadamente lisa. Esto minimiza la acumulación de placa bacteriana en los márgenes, reduciendo el riesgo de inflamación gingival o gingivitis asociada. En cambio, si los bordes de la carilla quedan mal ajustados, rugosos o sobrecontorneados (muy abultados), pueden provocar irritación mecánica en la encía o facilitar depósito de placa, llevando a enrojecimiento y sangrado crónico. Por tanto, es crucial un acabado fino: el margen debe ser casi imperceptible al tacto y estar ubicado de forma que el paciente pueda mantener la zona limpia con cepillo e hilo dental. Con buenos márgenes, la encía suele adherirse sanamente al diente y la carilla, sin reacción adversa.

Oclusión y dinámica de fuerzas: Un principio científico igualmente importante es asegurarse de que las carillas queden integradas en la mordida del paciente sin interferencias. Tras colocar unas carillas, el odontólogo verifica la oclusión con papel de articular: si la carilla nueva recibiera contactos prematuros (antes que el resto de dientes) al cerrar la boca o al moverse la mandíbula, ello supondría una sobrecarga focalizada que podría trizar la cerámica. Por eso, después de cementar, se ajustan mediante ligeros desgastes aquellas zonas donde el marcado del papel indique un contacto excesivo. El objetivo es que tras el tratamiento, los contactos oclusales se repartan equilibradamente y ninguna carilla soporte más fuerza de la debida en los movimientos mandibulares (protrusión, laterales, etc.). Con una oclusión equilibrada, las carillas soportarán solo las cargas funcionales normales y se mantendrán íntegras.

Aspectos químicos del cemento y la adhesión a dentina: Los cementos empleados en carillas son típicamente cementos resinosos fotopolimerizables de alta resistencia mecánica. Estos cementos son básicamente composites fluidos con fotoiniciadores especiales que endurecen bajo luz azul. Tienen la doble función de actuar como adhesivo (uniendo químicamente a los agentes de unión en diente y carilla) y como material de relleno que ocupa el microespacio entre la porcelana y el diente. Una vez polimerizado completamente, el cemento contribuye a la resistencia global del complejo carilla-diente, formando parte integral de la estructura. Vale destacar que la adhesión a la dentina, cuando está involucrada, es menos fuerte que al esmalte. La dentina contiene tubillos microscópicos con fluido y fibras colágenas que dificultan la adhesión: los llamados primer y adhesivo dentinarios buscan infiltrar esa matriz orgánica para formar una “capa híbrida” de resina y colágeno, pero dicha unión tiende a degradarse algo con los años debido a la humedad intrínseca y actividad enzimática. En carillas, idealmente se evita la dentina, pero si parte de la preparación deja zonas dentinarias (por ejemplo cerca del cuello del diente o en áreas de antiguos empastes removidos), el clínico aplicará sistemas adhesivos especializados en esas zonas (adhesivos de grabado total o autocondicionantes con primer específico). Incluso así, la fuerza de enlace lograda en dentina suele rondar la mitad o menos de la lograda en esmalte. En consecuencia, cuando una carilla se adhiere en proporción significativa sobre dentina, su éxito a largo plazo disminuye ligeramente: esas interfaces son puntos más susceptibles a filtración marginal o a desprendimientos bajo estrés. En la práctica clínica, esta realidad enfatiza nuevamente la importancia de un diseño conservador que priorice el esmalte.

Fisiología postoperatoria: Desde un punto de vista fisiológico del paciente, la adaptación a las carillas suele ser muy rápida, puesto que la estructura del diente no cambia en su núcleo, solo en su superficie. Puede haber una ligera sensibilidad a estímulos térmicos los primeros días si durante la preparación se expuso algo de dentina (por ejemplo, al rebajar el borde incisal), pero una vez cementada la carilla y sellada la superficie, esas sensibilidades transitorias típicamente desaparecen. En general, las carillas se sienten “propias” en poco tiempo: la lengua y los labios se acostumbran a la nueva forma de los dientes en cuestión de días, dado que las modificaciones suelen ser sutiles en grosor y contorno.

Procedimientos clínicos asociados

El éxito de las carillas dentales depende tanto de sus fundamentos científicos como de la correcta ejecución clínica. El procedimiento para planificar y colocar carillas involucra varias etapas meticulosas:

Diagnóstico y planificación

Todo comienza con una evaluación diagnóstica exhaustiva. El odontólogo debe determinar si el paciente es un candidato adecuado para carillas, examinando:

  • La salud general de los dientes y encías (no debe haber caries activas extensas ni periodontitis sin controlar).

  • La oclusión y alineación dental (asegurando que no haya contraindicaciones como las mencionadas mordidas desfavorables severas).

  • Las expectativas y deseos estéticos del paciente (qué cambios busca, si son realistas alcanzarlos con carillas, etc.).

Se suelen realizar fotografías intraorales y extraorales, radiografías (para verificar que las raíces y estructuras internas estén sanas) y tomar modelos de estudio de la dentadura del paciente. Estos modelos pueden ser físicos (de yeso, obtenidos con impresiones) o digitales (escaneos intraorales 3D). Con ellos, el profesional analiza proporciones dentales, simetría de la sonrisa, dimensiones faciales, etc.

Una herramienta muy útil en planificación es el encerado de diagnóstico. Este consiste en que un protésico dental (técnico de laboratorio) toma el modelo de los dientes actuales del paciente y añade cera o resina sobre ellos simulando la forma final deseada de los dientes con carillas. En esencia, crea un prototipo de la futura sonrisa, respetando parámetros estéticos (longitud ideal de incisivos, armonía de bordes, forma de las arcadas, exposición dental con labios en reposo y sonrisa, etc.). Este encerado puede realizarse incluso de forma virtual con software de diseño digital. A partir del encerado, se puede hacer una prueba en boca llamada “mock-up”: se utilizan resinas acrílicas o compuestas provisionales colocadas directamente sobre los dientes sin tallar, guiadas por una matriz transparente que reproduce el encerado. Así, el paciente puede ver y sentir cómo lucirían sus dientes tras el tratamiento, antes de realizar ningún desgaste irreversible. Este paso es valioso para alinear las expectativas del paciente con lo que es técnicamente posible, y permite hacer ajustes en el diseño (por ejemplo, alargar o acortar un poco más cierto diente, modificar ligeramente la forma) antes de pasar a la fase irreversible de preparación.

Preparación dental

Si tras la planificación se confirma que las carillas son el camino a seguir, se procede a la preparación de los dientes. Aunque en ciertos casos muy favorables podría no ser necesario tallar (las llamadas carillas de “no-prep”, que se comentarán en innovaciones), lo habitual es que sí se requiera desgastar una capa del esmalte para hacer espacio a la carilla y lograr la forma deseada sin añadir demasiado volumen.

Bajo anestesia local (para asegurar que el paciente no sienta ninguna molestia, ya que aunque es un desgaste superficial, se trabaja cerca de encías y en zona sensible), el odontólogo utiliza fresas de diamante de grano fino y calibradas para rebajar el frente del diente. El espesor a remover típicamente varía entre 0,3 y 0,7 milímetros, dependiendo del caso:

  • Si se van a corregir únicamente coloraciones leves, puede bastar con 0,3-0,5 mm (solo quitar la capa de esmalte equivalente al grosor de la carilla).

  • Si hay que cambiar forma o posición más significativamente, quizás se acerca a 0,7 mm en zonas puntuales para permitir espacio a la nueva forma.

Es fundamental no excederse: cada micra de esmalte es valiosa. Se emplean a veces calibradores o guías de silicona (tomadas del mock-up) para saber cuánto se está desgastando y no pasarse. El tallado debe producir un contorno suave y redondeado sin ángulos marcados, porque las cerámicas se adaptan mejor a superficies continuas. Se define con claridad el margen cervical alrededor de cada diente, idealmente en esmalte. Muchos clínicos ubican ese margen justo a nivel de la encía o 0,5 mm subgingival si se requiere ocultar la transición, pero cuidando de no invadir el surco gingival más de lo necesario (para no generar inflamación). En las zonas interdentales, se decide si separar levemente el contacto entre dientes: a veces se deja el contacto intacto (la carilla llega hasta él sin envolverlo) para conservar esmalte en esa área; otras veces se abre un pequeño espacio para que la carilla pueda abarcar hasta el borde interproximal y cubrir mejor ciertos diastemas. La estrategia depende de lo planificado estéticamente y de la conveniencia adhesiva.

Si el paciente presenta hábitos como bruxismo, en esta fase de preparación puede hacerse un ajuste selectivo adicional: por ejemplo, rebajar ligeramente las cúspides de caninos o zonas de contacto excéntrico, para descargar mejor las fuerzas que recibirán las futuras carillas. El objetivo es crear un entorno favorable antes de colocar las restauraciones.

Al finalizar la preparación, los dientes lucen algo más pequeños o “achatados” en su frente, con superficie mate por la capa de esmalte removida, pero no deben tener exponer dentina extensamente (de lo contrario, se reevaluaría el plan).

Toma de impresión y provisionalización

Con los dientes ya preparados, el siguiente paso es registrar con precisión su nueva forma para poder confeccionar las carillas definitivas. Esto se realiza ya sea mediante una impresión convencional o mediante un escaneo digital intraoral:

  • Si es impresión tradicional, se utiliza un material elastomérico (siliconas de adición, polisulfuros o polieter) en cubetas que copie fielmente todos los detalles de la preparación (incluyendo los márgenes). Muchas veces se recurre a hilos de retracción gingival alrededor del diente antes de tomar la impresión, para desplazar ligeramente la encía y que el material fluya bien alrededor del margen, capturándolo completo.

  • Si es por vía digital, se emplea una cámara de escaneo 3D que toma múltiples imágenes y genera un modelo virtual exacto de los dientes preparados. Este archivo digital luego puede enviarse electrónicamente al laboratorio.

Una vez obtenida la impresión (física o digital), se remite al laboratorio dental, donde el técnico empezará a trabajar en las carillas definitivas. Mientras tanto, ¿qué ocurre con los dientes del paciente? Dado que han sido tallados, puede ser necesario colocar carillas provisionales temporales para protegerlos y mantener la estética durante el intervalo (que puede ser de días o un par de semanas). Sin embargo, si la preparación fue muy conservadora y solo se pulió ligeramente el esmalte, a veces se decide no poner provisionales (dejando el diente con su esmalte expuesto que, aunque rugoso, puede mantenerse funcional ese tiempo). En cambio, si se expuso algo de dentina o se alteró mucho la apariencia (ej. se redujeron notoriamente los diastemas o la longitud), entonces se confeccionan provisionales.

Las carillas provisionales suelen hacerse con materiales acrílicos o resinas bisacrílicas. Se pueden realizar directamente en boca usando el mock-up como guía: se rellena una matriz de silicona (derivada del encerado) con resina acrílica fluida y se asienta sobre los dientes preparados, obteniendo unas carillas temporales con la forma pre-diseñada. Luego se recortan y pulen los excesos. Estas provisionales se cementan temporalmente con un agente débil (cemento provisional tipo óxido de zinc sin eugenol, o incluso una gota de resina fluida sin grabar para poder retirarlas luego fácilmente). Su función es doble: proteger la dentina expuesta reduciendo sensibilidad, y proveer al paciente una apariencia aceptable mientras espera las definitivas. Aunque su ajuste no es tan preciso ni su resistencia tan alta, cumplen en el corto plazo. El paciente es instruido en cuidarlas (evitar morder cosas duras, etc., pues pueden despegarse más fácilmente).

Laboratorio dental

En el laboratorio protésico, un técnico especializado convierte las impresiones del odontólogo en las carillas de verdad. Si la carilla es de porcelana, existen varios métodos de fabricación:

  • Técnica de estratificación (capas): Es la más artesanal y tradicional para porcelana feldespática. El técnico crea un modelo del diente (en yeso refractario o muñón equivalente) y va aplicando porcelana en polvo mezclada con líquido, pincelando capa por capa hasta reconstruir la forma del diente deseada. Utiliza diferentes porcelanas para dentina, esmalte, efectos, etc., logrando un resultado muy personalizado en color y translucidez. Luego, esas piezas en crudo se cuecen en un horno cerámico a alta temperatura (sobre 800°C), donde la porcelana sinteriza y se vuelve sólida. Tras sucesivas cocciones y ajustes, se obtiene la carilla final, que se glasea (para darle brillo superficial) y pule los márgenes.

  • Técnica de inyección o prensado: Más común para cerámicas de alta resistencia como el disilicato de litio (e.max). Aquí el técnico primero genera una forma en cera de la carilla (ya sea tallando cera manualmente o imprimiéndola en 3D según un diseño digital). Esa forma en cera se incluye en un revestimiento especial y se quema, creando un molde vacío con la forma. Luego, en un horno de inyección, se funde un lingote de cerámica (p. ej. disilicato) y se inyecta a presión dentro del molde, obteniendo una carilla monolítica de cerámica cristalina una vez enfriada. Esta carilla luego se maquilla superficialmente con pigmentos y glaseados para ajustar el color y darle un aspecto natural.

  • Sistema CAD/CAM: Con la creciente digitalización, es posible que el laboratorio reciba un modelo digital y diseñe la carilla por computadora usando software CAD. Una vez satisfecho el diseño virtual, se emplea un equipo CAM (fresadora) para tallar la carilla a partir de un pequeño bloque de cerámica industrial (disilicato, feldespática reforzada u otros). Incluso existen sistemas chairside que permiten hacer esto en la clínica en el día. Tras el fresado, la carilla se sinteriza si el material lo requiere (en el caso del disilicato, hay que cristalizarlo en horno tras fresar) y luego se glasea y pule.

Cualquiera sea el método, el producto final son carillas cerámicas extremadamente finas (generalmente <1 mm, pudiendo llegar a 0,3 mm en bordes) pero con la forma y color exactos planificados. El técnico se asegurará de que el tono concuerde con el elegido por el odontólogo (muchas veces proporcionan varias capas de prueba para verificar color). Antes de enviar las piezas terminadas al consultorio, el laboratorio suele realizar ya un grabado interno de la cara que irá pegada: las carillas de porcelana vítrea se entregan ya acondicionadas con ácido fluorhídrico en su interior y con una capa de silano aplicada, listas para cimentar (esto reduce pasos en clínica y estandariza el proceso). Las carillas de composite indirectas, en cambio, pueden requerir solo chorreado de arena suave y un primer especial.

Prueba y cimentación

Cuando las carillas definitivas llegan, se agenda la cita de colocación. En dicha sesión:

  • Si el paciente tenía carillas provisionales, se retiran con cuidado. Suelen saltar fácilmente al hacer palanca suave, o se desgastan con fresa si es necesario. Se limpia bien el diente, removiendo restos de cemento temporal (importante, porque cualquier residuo puede interferir con la adhesión del definitivo).

  • Se realiza una prueba en seco de cada carilla: antes de pegar nada, se colocan las finísimas carillas sobre los dientes preparados para comprobar pasivamente su ajuste. El odontólogo verifica con lupa o explorador que los márgenes asienten perfectamente, que no haya discrepancias de adaptación, y evalúa la estética (forma, longitud, alineamiento, color). También se le muestra al paciente con un espejo cómo se ve su “nueva” sonrisa apoyando las carillas; aunque al no estar cementadas su color real puede verse algo diferente (porque los dientes están deshidratados y sin cemento). Para previsualizar con más exactitud el color final, el profesional suele utilizar un gel de prueba (glicina) colocándolo entre el diente y la carilla durante esta prueba: dicho gel simula el efecto óptico del cemento y permite apreciar mejor el tono resultante.

  • Si se detecta alguna discrepancia (por ejemplo, una carilla ligeramente larga que altera la mordida, o un punto de contacto interproximal muy apretado), se retiran y el técnico o clínico puede ajustar con mínima desgastes o pulidos. Los cambios deben ser pequeños; si hubiera un problema mayor de color o forma, podría requerir devolución al laboratorio para refabricar esa pieza.

  • Una vez satisfechos clínico y paciente con la adaptación y estética, se pasa al cementado definitivo. Para ello es esencial aislar muy bien el campo operatorio de la saliva y humedad, ya que la adhesión es sensible a contaminantes. Se suele colocar un dique de goma que aísla los dientes involucrados, o al menos rollos de algodón, aspiración y un aislamiento relativo minucioso con cuñas y láminas teflonadas entre dientes.

  • Preparación de la carilla: Si el laboratorio ya entregó la cara interna grabada y silanizada, se puede enjuagar con alcohol y secar; si no, en clínica se acondiciona: grabado con ácido fluorhídrico durante ~1 minuto (en porcelanas de vidrio), enjuague abundante, secado, aplicación de silano y espera del solvente, y luego opcionalmente una fina capa de adhesivo sin fotopolimerizar sobre esa superficie.

  • Preparación del diente: Se aplica ácido ortofosfórico al esmalte del diente preparado durante ~15 segundos (y a la dentina expuesta durante ~5-10 segundos si se sigue un protocolo de grabado total). Se enjuaga por al menos 10 segundos y se seca con aire suave: el esmalte grabado debe verse blanco tiza, pero la dentina (si grabada) se deja levemente humedecida o se rehumecta con primer según sistema. Luego se aplica el adhesivo dental (agente de unión) frotando la superficie dentaria; si es de los que requieren fotocurado previo, se polimeriza en este punto, y si es de tipo autocurado dual, se deja sin curar hasta el cemento.

  • Se coloca el cemento resinoso dentro de la carilla (un pequeño volumen que baste para cubrir la cara interna). Los cementos para carillas suelen ser fotopolimerizables puros o duales, disponibles en distintos tonos (translúcido, opaco, variados) para ajustar la estética final.

  • Se asienta la carilla en su posición sobre el diente, aplicando una presión firme pero delicada para que asiente completamente. Es normal que escurra cemento excedente por los bordes al apretar.

  • Mientras el operador mantiene la carilla en posición, se retira cuidadosamente el exceso principal de cemento antes de polimerizar (ya que una vez endurecido es más difícil). Se pueden usar pinceles finos, microbrochas, un explorador para delinear el margen, e hilo dental deslizado entre los contactos para sacar lo sobrante interproximal.

  • Con las carillas en su sitio y la mayoría de excesos limpiados, se aplica la lámpara de fotopolimerización. Se polimeriza cada carilla por todas sus caras accesibles: primero desde el frente (vestibular), luego desde palatino o lingual a través del diente, y desde incisal, asegurando exponer toda la superficie cementada el tiempo recomendado (a menudo 40 segundos por cara, variando con la potencia de la luz y el color del cemento).

  • Ya endurecido el cemento, se procede a eliminar minuciosamente cualquier resto remanente en los márgenes. Se pasa hilo dental para comprobar que no haya hilos de cemento entre dientes; se usan bisturí de hoja delgada o escarificadores para retirar sobrantes en la línea gingival; y se pulen todos los bordes con discos finos, tiras abrasivas interproximales y copas de goma, hasta dejarlos suaves al tacto. Un margen bien pulido es crítico para que encía y paciente no sientan ninguna arista.

  • Finalmente, se verifica la oclusión con papel de articular. El paciente muerde suavemente y realiza movimientos. Se identifican contactos marcados sobre las carillas nuevas: se ajustan tallando mínimamente esos puntos de contacto (con fresas de grano muy fino o puntas diamantadas especiales) y se vuelven a pulir. Esto asegura que al morder no haya un choque prematuro en las restauraciones.

Completados estos pasos, las carillas quedan firmemente adheridas a los dientes, integradas tanto estructural como visualmente. El paciente puede notar una sensación extraña las primeras horas por la anestesia y por la novedad, pero pronto se acostumbrará a su “nueva sonrisa”.

Cuidados posteriores

Tras cementar, el odontólogo proporciona recomendaciones para mantener las carillas en óptimo estado. Si bien las carillas no sufren caries (por ser materiales inertes), el diente subyacente y los márgenes de unión pueden desarrollarlas si se descuida la higiene, por lo que se insiste en continuar con una escrupulosa limpieza oral: cepillado dental con pasta fluorada de baja abrasividad al menos dos veces al día, uso diario de seda dental o cepillos interproximales para limpiar entre los dientes restaurados, y enjuagues con flúor si están indicados.

Además, se aconseja evitar utilizar los dientes anteriores (especialmente con carillas) para morder objetos muy duros o ejercer fuerzas para las que no están diseñados: abrir bolsas de plástico con los dientes, morder hielo, roer huesos o cáscaras duras, cortar hilo o cinta adhesiva con los incisivos, etc. Estas acciones generan picos de tensión que podrían astillar o despegar una carilla. Aunque la porcelana es resistente, no deja de ser delgada; conviene tratarla con sentido común.

En pacientes con antecedentes de bruxismo o que durante el examen inicial mostraban facetas de desgaste, es imperativo indicarles una férula de descarga (placa nocturna de protección). Esta es una placa rígida transparente que se usa al dormir, la cual amortigua y distribuye las fuerzas de apretamiento involuntario evitando que las carillas (y los dientes en general) sufran daño. Su uso constante por las noches puede marcar la diferencia en la longevidad del tratamiento en estos pacientes con hábitos parafuncionales.

Se programan revisiones periódicas (por ejemplo, a los 6 meses inicialmente, luego cada año) en las que el profesional controlará el estado de las carillas. En esos controles, se inspeccionan los márgenes buscando signos de filtración (oscurecimiento que indicaría microfiltraciones o caries incipiente en el borde), se comprueba que no haya descementaciones parciales (desprendimientos o holguras en alguna zona), y se examina la integridad de la cerámica o composite (buscando fisuras o pequeños fragmentos fracturados). Si se detecta un desportillamiento mínimo en el borde de una carilla de porcelana, muchas veces es posible repararlo en boca aplicando composite pulido, sin necesidad de recambiar toda la carilla. En caso de un despegue completo de alguna carilla (lo cual es infrecuente si la adhesión fue bien hecha, pero puede ocurrir por un traumatismo o por fallo adhesivo en zonas de dentina), se evalúa recementarla si está intacta o reemplazarla por una nueva. Las carillas de composite, con los años, pueden perder algo de brillo o teñirse ligeramente; en las visitas periódicas se pueden pulir nuevamente para rejuvenecer su superficie, o incluso agregar resina fresca en zonas desgastadas.

Con buenos cuidados profesionales y del paciente, las carillas dentales ofrecen un desempeño muy longevo. La literatura odontológica reporta tasas de supervivencia sobresalientes. Por ejemplo, ensayos clínicos a largo plazo han observado sobre el 90% de carillas cerámicas aún en servicio a los 10 años, e incluso alrededor del 90-95% a los 15-20 años en pacientes sin factores de riesgo y con mantenimiento regular. Las eventuales fallas suelen presentarse tardíamente y en un porcentaje reducido: típicamente fracturas pequeñas en el material, o decementaciones en casos donde la preparación involucraba dentina o restauraciones antiguas (zonas de adhesión menos óptima). Afortunadamente, cuando la planificación y ejecución son correctas, las complicaciones son escasas y la satisfacción de los pacientes es muy alta, debido al impacto positivo que las carillas generan en la estética de la sonrisa con mínima invasión.

Avances e innovaciones actuales

El campo de las carillas dentales se mantiene en constante evolución, impulsado por mejoras en materiales, técnicas adhesivas y tecnologías digitales. A continuación se destacan algunos avances recientes que están refinando esta modalidad de tratamiento:

Nuevos materiales cerámicos ultrarresistentes: Las porcelanas tradicionales (feldespáticas) han dado paso a cerámicas avanzadas con mayor resistencia mecánica, lo que permite fabricar carillas cada vez más delgadas sin sacrificar durabilidad. Un ejemplo es el disilicato de litio, introducido comercialmente en las últimas décadas, que posee una tenacidad muy superior a la porcelana convencional. Gracias a ello, se han desarrollado las llamadas “ultrathin veneers” o carillas ultradelgadas, con espesores de apenas 0,2–0,3 mm (similar al grosor de una lente de contacto). Estas carillas, confeccionadas con disilicato u otras cerámicas reforzadas, hacen posible en casos muy seleccionados realizar carillas sin preparación (no-prep veneers), es decir, adherirlas sobre el esmalte intacto sin necesidad de taladro. Cabe enfatizar que esto solo es viable cuando el paciente tiene dientes ligeramente más pequeños o retraídos de lo ideal, de forma que la adición de la lámina no provoque sobrecontorno. En los escenarios adecuados, las carillas sin tallado ofrecen un beneficio enorme: cero pérdida de estructura dental y posibilidad de revertir el tratamiento (retirando la carilla, se vuelve al diente original). Sin embargo, su indicación es limitada y la técnica demanda un altísimo control, pues la adhesión debe ser impecable y el ajuste milimétrico.

Paralelamente, se investiga el uso de cerámicas policristalinas como la zirconia de alta translucidez para carillas. La zirconia es un material cerámico extremadamente resistente (mucho más que el disilicato), pero presenta desafíos: es opaca en comparación con las porcelanas vítreas y, sobre todo, no se puede grabar con ácido fluorhídrico (su superficie es cristalina, no porosa). Para adherir zirconia, se han desarrollado imprimadores especiales con monómeros como el 10-MDP, que pueden generar enlaces químicos a su superficie tras un arenado. Aun así, las carillas de zirconia son poco comunes; suelen reservarse para casos donde se requiere enmascarar un substrato muy oscuro (por ejemplo, dientes severamente manchados o metálicos debajo) ya que la zirconia, al ser más opaca, oculta mejor el color de fondo. La evidencia clínica de carillas en zirconio es incipiente y se considera más un recurso puntual que una tendencia general.

Odontología digital y CAD/CAM: Uno de los avances más evidentes en la práctica actual es la incorporación de herramientas digitales en casi todas las etapas:

  • Muchos consultorios ahora cuentan con escáneres intraorales 3D de alta precisión. Esto permite reemplazar las impresiones convencionales por archivos digitales inmediatos, mejorando la comodidad del paciente (sin pastas en boca) y la exactitud (sin distorsiones de material). Sobre el modelo digital, el dentista puede planificar junto con el técnico la forma de las carillas virtualmente.

  • Con software de diseño asistido por computadora (CAD) específico para estética dental, es posible ajustar en pantalla cada detalle: longitud de los incisivos, forma de los bordes, proporciones entre ancho y alto de cada diente, curvaturas y incluso texturas superficiales (mamelones, halos) que se transferirán a las carillas.

  • La fabricación mediante CAM (fresado o impresión) puede ocurrir en el laboratorio o incluso in situ. Existen sistemas como CEREC y otros donde el clínico, tras escanear y diseñar, envía el diseño a una fresadora en la propia clínica y en el mismo día tiene las carillas listas para cementar. Esto reduce drásticamente los tiempos (carillas en una sola visita prolongada, evitando temporales). No todos los casos son aptos para ello, pues depende de la disponibilidad de colores de bloques cerámicos y de la pericia para caracterizar el resultado, pero es una realidad creciente.

  • La planificación digital a menudo se complementa con protocolos de Digital Smile Design (DSD). Este enfoque combina fotografías faciales del paciente con diseños de sonrisa digitales, permitiendo proyectar cómo encajará la nueva forma de los dientes con la cara, la línea de sonrisa y los rasgos individuales. El paciente puede visualizar simulaciones de su sonrisa mejorada antes de iniciar el tratamiento, lo que mejora la comunicación y predice de forma más fiable el resultado final deseado.

Innovaciones en adhesión y cementos: Los sistemas adhesivos también han mejorado, volviéndose más simples y versátiles. La última generación de adhesivos universales permite al clínico usar un mismo producto tanto con técnica de grabado total, grabado selectivo o autocondicionante, según el caso. Muchos de estos adhesivos contienen componentes que los hacen compatibles con distintos materiales; por ejemplo, algunos incorporan monómeros fosfato que pueden adherir a metales o zirconia, e incluso traen ya silano integrado para facilitar la unión a porcelanas sin pasos separados. En cuanto a los cementos resinosos para carillas, se han optimizado en manejo y estética: hoy existen cementos específicos ultrafinos, con tonalidades variadas de prueba (try-in) y finales para escoger la más adecuada que no altere el color de la carilla. Se han incorporado nanopartículas que aumentan la resistencia mecánica y estabilidad del color del cemento a largo plazo (evitando que se pigmenten los márgenes). También se ha refinado su polimerización: algunos cementos fotocurables tienen tiempos de gel prolongados para que el operador pueda colocar y alinear varias carillas a la vez, retirando excesos cómodamente antes de que frague, y luego activar el curado definitivo con la lámpara.

Longevidad y estudios recientes: La comunidad científica continúa generando evidencia sobre las carillas. Revisiones sistemáticas y meta-análisis de estudios clínicos confirman las altas tasas de éxito de las carillas cerámicas a 10 y 15 años, especialmente cuando se siguen los principios ya descritos (adhesión principalmente a esmalte, case-selection adecuado). Estos estudios han identificado factores críticos: por ejemplo, reafirman que la presencia de un buen espesor de esmalte remanente es el predictor número uno de longevidad, y que los pacientes con bruxismo sin protección tienen un riesgo significativamente mayor de complicaciones. También han comparado la supervivencia de carillas según material, encontrando consistentemente mejor rendimiento en porcelanas que en composites directos, aunque los composites mejoran con protocolos de mantenimiento (repulido, retoques periódicos).

Resurgimiento de técnicas de composite directo: Hablando de resinas, una innovación interesante es la llamada técnica de inyección de resina para carillas directas. Tradicionalmente, es complejo lograr con composite manual la misma precisión estética que con porcelana; sin embargo, esta técnica combina lo digital con lo manual: se diseña primero la forma ideal (vía encerado digital o convencional), se fabrica una matriz transparente de silicona sobre ese diseño, y luego en boca se inyecta resina compuesta fluida a través de la matriz, sobre dientes acondicionados, obteniendo una forma idéntica a la planeada. Tras polimerizar y retirar la matriz, se acaba y pule. Esto permite hacer carillas de composite directas muy estéticas en una sesión, con mejor predictibilidad que esculpiéndolas a mano alzada. Si bien el composite sigue teniendo sus limitaciones de longevidad, este enfoque lo hace más competitivo en términos de resultado inicial.

Impresión 3D y carillas: En la actualidad, la impresión 3D en odontología se está aplicando sobre todo a prototipos, guías y restauraciones provisionales. Por ejemplo, ya es factible imprimir carillas provisionales en resinas biocompatibles a partir del diseño digital, evitando incluso el mock-up manual. Para carillas definitivas, la impresión 3D de cerámica aún está en etapas de investigación; sin embargo, hay avances en impresión de porcelana líquida de alta resolución que podrían en el futuro fabricar carillas cerámicas de manera aditiva en lugar de sustractiva (fresado). Esto abriría la puerta a diseños aún más personalizados y ahorro de material.

Enfoque interdisciplinario: La tendencia actual en odontología estética es combinar tratamientos para resultados óptimos. Las carillas se integran ahora en un enfoque multidisciplinario: por ejemplo, en casos complejos, antes de colocar carillas se puede realizar una ortodoncia breve para corregir posiciones severas, de modo que luego las carillas requieran un desgaste prácticamente nulo. O se coordinan con procedimientos periodontales estéticos (como gingivectomías o injertos de encía) para equilibrar los márgenes gingivales y enmarcar mejor las futuras restauraciones. Todo esto amplía las posibilidades de tratamiento y permite ser menos invasivo con cada diente. La enseñanza académica de odontología ya incorpora estos conceptos, formando profesionales capaces de planificar carillas dentro de un plan integral de rehabilitación estética.

En suma, las carillas dentales han evolucionado desde ser una mera “fundita” estética provisional (como lo fueron en sus orígenes en Hollywood hacia 1938) a convertirse en un procedimiento sofisticado donde convergen la ciencia de los materiales, la biología dental y el arte estético. Gracias a la mejora continua en adhesivos, materiales cerámicos más fiables y herramientas digitales de planificación, las carillas actuales ofrecen una combinación excepcional de belleza, durabilidad y preservación dental. Por ello se han consolidado como una solución preferente para rehabilitar sonrisas de forma mínimamente invasiva pero científicamente fundamentada, logrando cambios trascendentes en la apariencia con mínimos efectos biológicos adversos cuando se realizan adecuadamente. Este equilibrio entre estética y respeto al diente natural ejemplifica la filosofía de la odontología moderna orientada a conservar tejido sano a la vez que se cumplen las expectativas funcionales y estéticas de los pacientes.

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