Abrasión dental

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Abrasión dental

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Ismael Cerezo

La abrasión dental es un tipo de desgaste patológico de los dientes de origen mecánico no relacionado con la caries. Se produce por la fricción repetida entre la superficie dentaria y agentes externos (objetos o sustancias), lo que conlleva una pérdida progresiva de esmalte e incluso dentina. A diferencia de la atrición (desgaste por contacto diente con diente) o la erosión (desgaste químico por ácidos), la abrasión proviene de fuerzas mecánicas externas como el cepillado dental agresivo, el uso inadecuado de palillos o el contacto habitual con objetos duros. Suele afectar especialmente la zona cervical de los dientes (unión entre corona y raíz), con mayor frecuencia en premolares y caninos, y está reconocida como la causa más común de las lesiones cervicales no cariosas en la dentición adulta. En la odontología moderna, la abrasión dental reviste gran relevancia debido a que, con el aumento de la esperanza de vida y la preservación de dientes naturales por más años, cada vez se observan más casos de desgaste no carioso. Estas lesiones pueden comprometer la estructura dental, generar sensibilidad y problemas estéticos, por lo que su diagnóstico y manejo adecuado son fundamentales para mantener la salud bucodental a largo plazo.

Desde una perspectiva clínica, la abrasión dental se caracteriza por ser un proceso crónico y acumulativo. No ocurre de forma repentina, sino que se desarrolla gradualmente a lo largo de años de hábitos mecánicos lesivos. Inicialmente puede pasar inadvertida, pero con el tiempo produce defectos visibles en el diente. Su importancia en odontología radica en las consecuencias que puede acarrear: aumento de la sensibilidad dentinaria, mayor susceptibilidad a caries en las zonas desgastadas, recesión gingival asociada y alteraciones estéticas en la sonrisa. Por todo ello, la abrasión dental es objeto de estudio y atención constante, buscando estrategias preventivas y terapéuticas que minimicen su impacto en pacientes tanto jóvenes como mayores.

Componentes y características principales

Tipos y causas frecuentes: La abrasión dental puede manifestarse de distintas formas según su causa y localización. El tipo más común es la abrasión cervical, que ocurre cerca de la línea gingival. Este tipo suele deberse a un cepillado dental incorrecto, especialmente cuando se emplean cepillos de cerdas duras o se aplica una fuerza excesiva en movimientos horizontales sobre el cuello del diente. El resultado típico es una lesión en forma de cuña o «V» en la unión cemento-esmalte, causada por la presión lateral repetitiva del cepillado; a diferencia de la caries, la superficie de la lesión por abrasión aparece dura, lisa y brillante, sin desmineralización blanda, e incluso en casos avanzados puede llegar a exponer la cavidad pulpar subyacente. Otras formas de abrasión incluyen las debidas a hábitos parafuncionales: por ejemplo, el uso de palillos de dientes de forma crónica puede erosionar mecánicamente los espacios interproximales; morderse las uñas, masticar bolígrafos u otros objetos duros puede desgastar bordes incisales o cúspides; los trabajadores que sujetan instrumentos (alfileres, clavos) con los dientes pueden presentar desgastes localizados en esas áreas. Asimismo, dispositivos orales mal ajustados (prótesis removibles, retenedores de ortodoncia) pueden frotar contra ciertos dientes y provocar abrasión en las superficies de contacto. En todos los casos, se trata de un desgaste físico externo al diente.

Zonas anatómicas afectadas y evolución clínica: La abrasión tiende a iniciarse en áreas donde el esmalte es más delgado o donde existen superficies expuestas. Es frecuente en la región cervical de dientes anteriores y premolares superiores, que suelen recibir la mayor fuerza durante el cepillado y además tienen esmalte más fino en el cuello. Cuando hay recesión de encía y queda expuesta la raíz (cemento dentario), esa zona es aún más vulnerable, ya que el cemento y la dentina radicular son menos mineralizados que el esmalte. De hecho, se ha observado que la irritación crónica del margen gingival por cepillado traumático puede causar retracción de la encía y exponer la superficie radicular, incrementando la susceptibilidad a la abrasión en esas zonas. Inicialmente, la abrasión puede manifestarse como un aplanamiento o pulido del relieve normal del diente; con el tiempo, evoluciona a defectos bien definidos: muescas u hendiduras en el cuello dental, surcos horizontales o lesiones con forma de cuña. Estas lesiones progresan lentamente, pero una vez que el desgaste alcanza la dentina (tejido más blando que el esmalte), la tasa de pérdida de estructura se acelera. Clínicamente, la dentina expuesta suele adquirir una apariencia amarillenta y brillante por el pulido constante. Sin intervención, las lesiones por abrasión pueden profundizarse lo suficiente como para debilitar la integridad del diente en el cuello, aumentando el riesgo de fractura coronal en casos extremos.

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Presentación clínica y síntomas: En cuanto a los síntomas, la abrasión dental en sí misma no suele causar dolor agudo (ya que es un proceso lento y generalmente aséptico), pero sí genera signos y molestias progresivas. El síntoma más frecuente es la hipersensibilidad dentinaria: al perder la capa de esmalte protector, los túbulos de la dentina quedan expuestos, lo que provoca sensibilidad al frío, calor o alimentos ácidos/dulces en las zonas desgastadas. Los pacientes pueden referir “latigazos” breves de dolor ante estímulos térmicos o táctiles en esos cuellos dentales. Además, las superficies rugosas o las hendiduras creadas tienden a retener placa bacteriana, aumentando el riesgo de caries secundarias en el margen de la lesión y predisponiendo a inflamación gingival o periodontal localizada. Otro signo asociado es la recesión gingival: a veces es difícil discernir si la recesión es causa o efecto del cepillado traumático, pero clínicamente suele coexistir retracción de la encía en dientes con abrasión cervical. Desde el punto de vista estético, las abrasiones pueden resultar llamativas, sobre todo en dientes anteriores, al notarse muescas o superficies desgastadas de color más oscuro (dentina expuesta) que contrastan con el esmalte blanco intacto. En etapas avanzadas, la pérdida de estructura dental puede ser suficientemente extensa como para dificultar la colocación de ciertos aparatología dental – por ejemplo, retenedores ortodónticos o bordes de prótesis removibles que ya no asientan bien debido al diente reducido – y requerir ajustes protésicos. En resumen, las características principales de la abrasión incluyen su etiología mecánica externa, localización frecuente en cuellos dentales, progresión lenta pero irreversible, y un cuadro clínico dominado por desgaste visible, sensibilidad y riesgos asociados de caries y problemas periodontales.

Principios biológicos y científicos fundamentales

Mecanismos físicos del desgaste: El esmalte dental es el tejido más duro del cuerpo humano, compuesto ~96% por minerales (principalmente cristales de hidroxiapatita) y con una dureza cercana a 5 en la escala de Mohs. Esta elevada mineralización le confiere gran resistencia a la abrasión; sin embargo, bajo fricción constante incluso el esmalte puede ser removido gradualmente. La acción mecánica de cepillos duros o partículas abrasivas (como las presentes en algunas pastas dentífricas) sobre la superficie del diente va desprendiendo la capa superficial de cristalitos de hidroxiapatita. Estudios in vitro han establecido métricas para cuantificar este fenómeno: por ejemplo, la escala RDA (Relativa Dentin Abrasivity) mide el efecto abrasivo de los dentífricos estandarizando la pérdida de dentina producida por 100.000 cepillados; dichos ensayos sugieren que un cepillado adecuado durante toda la vida, usando pastas con RDA dentro de los límites seguros (≤250 según la norma ISO/ADA), ocasiona un desgaste mínimo de dentina (~1 mm en 100 años) y prácticamente nulo del esmalte. Esto indica que la abrasión dental patológica ocurre principalmente cuando se exceden las condiciones normales de higiene: por ejemplo, empleo de técnicas traumáticas, demasiada presión o agentes excesivamente abrasivos. De hecho, se ha observado que el 50% del desgaste por cepillado ocurre en los primeros 20 segundos de cepillado en condiciones abrasivas extremas, lo que enfatiza cómo un cepillado breve pero enérgico con cerdas duras puede ser más dañino que uno más prolongado pero suave. Por otro lado, la dentina, con ~70% de contenido mineral y una dureza menor (≈2,5 Mohs, comparable a la dureza de las cerdas del cepillo), es mucho más susceptible: una vez expuesta, la tasa de abrasión se incrementa sustancialmente, ya que el cepillado comienza a socavar la dentina a un ritmo mayor. Biomecánicamente, también influye la flexión del diente bajo carga: los dientes (especialmente los anteriores) pueden presentar una ligera flexibilidad en el cuello durante la masticación; un módulo de elasticidad bajo del diente y microflexiones en la unión amelocementaria podrían contribuir a microfracturas del esmalte cervical, facilitando lesiones tipo abfracción. Esta teoría de la abfracción propone que las fuerzas oclusales excéntricas crean tensiones que agrietan el esmalte del cuello, volviéndolo más propenso a ser removido por el cepillado. Aunque la abfracción por sí sola es difícil de aislar clínicamente, se acepta que la combinación de estrés mecánico por oclusión y fricción externa puede actuar sinérgicamente en la génesis de las lesiones cervicales.

Factores químicos y de desgaste combinado: En la práctica, la abrasión dental raramente ocurre de forma pura, sino que suele coexistir con factores químicos (erosión) que agravan el desgaste. Un principio fisiopatológico importante es la interacción entre la desmineralización ácida y la abrasión mecánica. Los ácidos (provenientes de la dieta – cítricos, bebidas carbonatadas – o del reflujo gástrico) pueden reducir la dureza superficial del esmalte al disolver parcialmente sus minerales. Cuando el esmalte está desmineralizado o reblandecido por efecto ácido, se compromete su estructura y la fricción mecánica subsiguiente causa un daño mucho mayor de lo habitual. Por esta razón, cepillarse los dientes inmediatamente después de ingerir sustancias ácidas aumenta dramáticamente la pérdida de superficie dental: el cepillado actúa sobre un esmalte fragilizado, provocando un arrastre irreversible de material dental. Los estudios han demostrado que la etiología más común de la abrasión involucra esta combinación de desgaste mecánico y químico, más que un único factor aislado. En otras palabras, muchos pacientes con lesiones de abrasión presentan a la vez hábitos de higiene traumáticos y exposiciones frecuentes a ácidos (ya sea por dieta o problemas de reflujo), generando un efecto acumulativo. Biológicamente, la saliva normalmente ayuda a remineralizar el esmalte entre episodios de acidificación y actúa como lubricante durante el cepillado; pero si el pH oral cae y no se espera el tiempo suficiente para su neutralización, la capacidad buffer de la saliva no alcanza a restaurar el mineral perdido antes del estímulo mecánico. Por ello, una recomendación preventiva derivada de estos principios es espaciar la ingesta ácida y el cepillado (por ejemplo, esperar 30 minutos tras beber jugos o refrescos antes de cepillarse), con el fin de permitir que el esmalte se remineralice parcialmente y así sea más resistente a la abrasión.

Resistencia de los tejidos dentales y respuesta fisiológica: El esmalte, pese a su dureza, tiene una resistencia finita al desgaste por fricción. Cuando la abrasión supera la capacidad natural de remineralización, la pérdida de tejido es permanente. La dentina subyacente, al ser expuesta, puede responder mediante mecanismos de defensa biológica: la formación de dentina terciaria o esclerótica en las paredes de la lesión, que intenta endurecer la zona y disminuir la permeabilidad de los túbulos, mitigando en parte la sensibilidad. Sin embargo, esta respuesta reparativa es limitada y no regenera el tejido perdido, sólo adapta el diente a la nueva situación. Otra consideración científica es la influencia del material abrasivo involucrado: las pastas dentales contienen partículas abrasivas (ej. sílice hidratada, carbonato de calcio) diseñadas para eliminar placa y manchas, pero con distintos grados de agresividad. El concepto de Índice de Abrasividad (RDA ya mencionado) permite comparar pastas: las formulaciones blanqueadoras suelen tener RDA más alto y, por tanto, mayor potencial de desgaste. De hecho, los dentífricos blanqueadores están entre los productos dentales más abrasivos y su uso indiscriminado se asocia a prevalencia mayor de abrasión dental; este efecto se atribuye a la suma de irritantes mecánicos (abrasivos) y químicos (peróxidos u otros) en dichos productos. Por otro lado, los cepillos eléctricos modernos tienden a controlar la presión y algunos incorporan sensores que avisan si el paciente aplica demasiada fuerza, por lo que suelen ser menos abrasivos que un cepillado manual inadecuado. En síntesis, la abrasión dental obedece a principios físicos de fricción y desgaste de materiales (diente vs. objeto abrasivo), modulados por factores químicos del medio oral y por la resistencia intrínseca de esmalte y dentina. El entendimiento de estos mecanismos es clave para orientar estrategias tanto de prevención (p.ej., uso de pastas poco abrasivas, cepillos suaves, técnicas no traumáticas, control de dieta ácida) como de tratamiento (refuerzo del diente mediante fluoruros o materiales restauradores resistentes).

Procedimientos clínicos asociados

Diagnóstico y evaluación de severidad: La identificación de la abrasión dental se realiza principalmente mediante un examen clínico detallado. El odontólogo inspecciona visualmente todas las superficies expuestas de los dientes, especialmente los cuellos en premolares y caninos, buscando la presencia de surcos, muescas o áreas de esmalte adelgazado. Estas lesiones de abrasión suelen distinguirse de las caries cervicales porque la superficie es dura al sondaje (no hay reblandecimiento) y típicamente lisa y brillante. Durante la exploración, se aplica aire o estímulos fríos para comprobar la sensibilidad dentaria en esas áreas, lo cual ayuda a delimitar la extensión de la dentina expuesta. Es importante registrar la localización, profundidad y forma de las lesiones: por ejemplo, si abarcan sólo esmalte (grado leve) o si ya exponen dentina (grado moderado) e incluso cercanía a la pulpa (grado severo). Existen índices clínicos estandarizados para cuantificar el desgaste dental, como el Índice de Desgaste Dental o escalas específicas como BEWE (Basic Erosive Wear Examination), que permiten asignar puntajes según la superficie perdida. Estas herramientas ayudan a objetivar la severidad de la abrasión y monitorear su progresión en visitas sucesivas. Adicionalmente, la historia clínica es fundamental: el profesional indaga sobre hábitos del paciente – técnica de cepillado, frecuencia, tipo de cepillo y pasta, uso de hilo dental o palillos, presencia de bruxismo, dieta ácida, etc. – para identificar factores etiológicos subyacentes. Si se sospecha de bruxismo u otras parafunciones nocturnas, podría indicarse un estudio oclusal. Las radiografías dentales (periapiacales o aletas de mordida) pueden ser útiles en lesiones muy profundas, para evaluar la proximidad al cuerno pulpar o descartar que haya caries concomitante en la zona. Una radiografía cervical suele mostrar una imagen en “en muesca” limpia sin socavado interno, a diferencia de una caries que presenta socavamiento radiolúcido interno. En casos complejos, herramientas digitales modernas como el escáner intraoral 3D permiten crear modelos precisos de la dentición y medir volumétricamente las pérdidas de tejido, facilitando una evaluación cuantitativa del desgaste. Todo este proceso diagnóstico culmina con un diagnóstico diferencial (abrasión vs otras lesiones no cariosas como erosión o abfracción, o caries cervicales) y con la determinación de la gravedad, lo cual guiará las decisiones terapéuticas.

Criterios clínicos para intervención vs. seguimiento: No todas las lesiones por abrasión requieren una restauración inmediata; la decisión de intervenir se basa en varios criterios. En lesiones incipientes, superficiales, que no causan sensibilidad ni comprometen la estética, a menudo se opta por un manejo conservador enfocado en la prevención: mejorar la técnica de cepillado del paciente, cambiar a cepillos más suaves y pastas menos abrasivas, y aplicar agentes desensibilizantes o barnices de flúor para fortalecer el esmalte remanente. Se realiza entonces un seguimiento periódico para vigilar que la lesión no progrese. Por el contrario, cuando la abrasión ha alcanzado dentina y provoca sensibilidad significativa o dolor, cuando la lesión es lo bastante profunda como para amenazar la integridad del diente, o si el defecto genera un problema estético notable, está indicada la intervención restauradora. En general, se recomienda intervenir antes de que la lesión exceda aproximadamente 0,5 mm de profundidad en dentina o muestre avances rápidos. Otros factores que inclinan hacia tratar incluyen la incapacidad del paciente para eliminar la causa (por ejemplo, si pese a la educación persiste un cepillado traumático), o la necesidad de proteger la pulpa en dientes muy desgastados. En síntesis, lesiones leves asintomáticas se pueden monitorear con enfoque preventivo, mientras que lesiones moderadas a severas, sintomáticas o antiestéticas, ameritan restauración.

Manejo etiológico y preventivo: Un principio básico en el tratamiento de la abrasión es identificar y eliminar el factor causal antes de restaurar la lesión. Por ejemplo, si la causa es un cepillado excesivo o incorrecto, el primer paso será reeducar al paciente en técnicas de cepillado atraumático (movimientos suaves, uso de cepillo de filamentos suaves, evitar la presión excesiva). Esta modificación conductual es crítica para que cualquier terapia tenga éxito, pues de nada sirve obturar la muesca si el hábito dañino continúa y provoca recidiva en el margen de la restauración o en dientes adyacentes. De igual modo, si se detectan otras causas – p. ej., un piercing oral causante de roce, o una prótesis mal ajustada –, habrá que eliminarlas o corregirlas (retirar el piercing, ajustar o reemplazar la prótesis) como parte inicial del plan. Junto a ello, las medidas preventivas incluyen aconsejar pastas dentales de baja abrasividad (muchas veces las etiquetadas “para dientes sensibles” tienen RDA bajo) y colutorios con flúor para reforzar el esmalte. La aplicación periódica de barnices de flúor en clínica es una intervención sencilla que puede ayudar a remineralizar la superficie dentaria expuesta y reducir la sensibilidad. En pacientes con dieta altamente ácida, se brinda orientación nutricional (por ejemplo, limitar refrescos y cítricos, o usar un enjuague con bicarbonato después de su ingesta) y se les recalca la importancia de no cepillarse inmediatamente tras la exposición ácida. Si coexistiera bruxismo, se deberá manejar paralelamente – típicamente mediante férulas oclusales nocturnas (guardas protectoras) – para disminuir el desgaste por atrición que pueda superponerse a la abrasión.

Técnicas de restauración y materiales utilizados: Cuando se indica restaurar una lesión de abrasión dental (a menudo clasificada como cavidad de Clase V si abarca el cuello), el objetivo es reponer la estructura perdida, proteger la dentina expuesta y aliviar la sensibilidad, a la vez que prevenir un avance mayor. Las restauraciones directas con materiales estéticos son el abordaje más común. Antes de colocarlas, se prepara mínimamente la superficie: suele ser necesario desbridar y acondicionar ligeramente la lesión – eliminando cualquier capa externa de dentina esclerótica muy pulida – para optimizar la adhesión del material restaurador. A diferencia de las caries, no se requiere profundizar ni extender los márgenes; de hecho, se siguen principios de mínima intervención, sin biselar en exceso el esmalte, ya que las lesiones de abrasión suelen tener bordes finos de esmalte. En cuanto a materiales, existen varias opciones. Los ionómeros de vidrio modificados con resina (IVMR) son frecuentemente recomendados para lesiones cervicales, especialmente en zonas posteriores o cuando la estética no es crítica. Estos materiales poseen un módulo de elasticidad bajo (lo que les permite cierto grado de flexión junto con el diente) y una buena adhesión a dentina, además de liberar flúor que puede ayudar a remineralizar la zona circundante. Por otro lado, las resinas compuestas de última generación (nanohíbridas o microhíbridas) ofrecen excelentes propiedades estéticas, mimetizando el color del diente, por lo que se prefieren en sectores visibles. Las resinas requieren técnicas adhesivas cuidadosas: se aplica un sistema adhesivo (ya sea grabado total o autograbante, según la filosofía del profesional) para lograr micro-retención en el esmalte y sellar los túbulos dentinarios. Dado que las superficies por abrasión suelen ser lisas y endurecidas, es crucial la etapa de grabado ácido o uso de primers específicos para dentina esclerótica, garantizando así una buena unión. En algunas situaciones, también pueden emplearse cementos de ionómero de vidrio convencionales (no reforzados) o compómeros, sobre todo en pacientes con alto riesgo de caries o difícil control de humedad, pues estos materiales son más tolerantes al medio húmedo. Antiguamente se llegaron a usar amalgamas en lesiones cervicales (por su durabilidad), pero hoy día prácticamente han sido reemplazadas por materiales adhesivos estéticos. Para lesiones muy extensas o combinadas con fracturas, una solución puede ser restauraciones indirectas: por ejemplo, incrustaciones de resina o cerámica diseñadas por CAD/CAM que cubran el defecto, o incluso carillas de porcelana si hay compromiso estético amplio en dientes anteriores. No obstante, la mayoría de casos de abrasión se manejan con restauraciones directas sencillas en una cita.

Criterios de éxito y seguimiento: Tras restaurar, se evalúa la eliminación de la sensibilidad y la integración estética de la obturación. Un material bien adaptado debe sellar herméticamente la lesión para prevenir microfiltración y futuro desarrollo de caries en los márgenes. Los pacientes son instruidos en mantener su nueva técnica de cepillado no abrasiva para no dañar el material ni los dientes restantes. Se programan controles periódicos: en ellos se verifica la estabilidad de la restauración (estas obturaciones pueden sufrir desgaste por el cepillado continuado o desprenderse si persiste la parafunción), y se revisa que no aparezcan nuevas lesiones en otros sitios. Idealmente, el seguimiento a largo plazo combinado con buenas prácticas de higiene permitirá que la restauración tenga longevidad y que no progresen los desgastes. En suma, el manejo clínico de la abrasión dental abarca desde la prevención y diagnóstico precoz hasta técnicas restaurativas modernas, siempre apoyado en la eliminación de la causa predisponente para asegurar un resultado estable.

Avances e innovaciones actuales

En los últimos años, la odontología ha incorporado diversas innovaciones para mejorar tanto el diagnóstico como el tratamiento de la abrasión dental, así como para prevenirla de forma más efectiva. En el diagnóstico, las tecnologías digitales están revolucionando la evaluación del desgaste dental. El uso de escáneres intraorales 3D permite obtener modelos digitales precisos de la dentición del paciente; mediante softwares especializados, el clínico puede cuantificar la pérdida de estructura comparando escaneos en distintas fechas, detectando cambios sutiles que a simple vista serían difíciles de apreciar. Asimismo, la fotografía clínica de alta resolución y la luposcopía digital ayudan a documentar las lesiones y motivar al paciente mostrando el progreso o control de su desgaste. Se han refinado también los sistemas de índices de desgaste: por ejemplo, el índice BEWE mencionado es una herramienta relativamente reciente para monitorear erosión/abrasión en forma estandarizada. La investigación contemporánea sugiere incluso el posible uso de técnicas como la tomografía computarizada de haz cónico (CBCT) de alta resolución para medir espesores de esmalte en estudios experimentales, aunque por dosis de radiación no sería de uso rutinario clínico. En cambio, innovaciones no invasivas como la luz láser y la fluorescencia están ganando terreno: ciertos dispositivos láser pueden detectar precozmente cambios en la mineralización del esmalte midiendo la dispersión de la luz (tecnología similar a la usada en detección de caries incipientes), permitiendo identificar zonas donde podría iniciarse desgaste antes de que sea macroscopicamente evidente. En resumen, el diagnóstico de la abrasión se está volviendo más objetivo y temprano gracias a herramientas digitales y ópticas de última generación.

En el campo terapéutico, los materiales restauradores avanzados han mejorado el pronóstico de las lesiones de abrasión. Las resinas compuestas actuales incorporan nanorrellenos que aumentan su resistencia al desgaste sin sacrificar la estética; esto es crucial para restauraciones cervicales que estarán sometidas a la fricción del cepillado diario. También se han introducido resinas bulk-fill, que permiten obturar cavidades profundas en capas más gruesas con adecuada polimerización, simplificando la restauración de lesiones extensas sin generar excesivas tensiones de contracción. Los adhesivos dentinarios de última generación (los llamados adhesivos universales) facilitan la unión al esmalte y dentina incluso en sustratos menos ideales, pues contienen monómeros que penetran en dentina esclerótica y pueden usarse con técnica autograbante o grabado selectivo. Por otro lado, los ionómeros de vidrio han evolucionado hacia formulaciones reforzadas y de alta densidad, conocidas como ionómeros altamente viscosos o compómeros, con mejores propiedades mecánicas y estéticas que los tradicionales. Una línea de innovación interesante es la de materiales bioactivos: actualmente existen composites y vidrios bioactivos que liberan iones (fluoruro, calcio, fosfato) con capacidad de estimular la remineralización del diente adyacente. Estos materiales pueden ayudar no sólo a rellenar el hueco de la lesión sino a fortalecer los márgenes y prevenir caries recurrentes. Para casos en que la abrasión es parte de un desgaste generalizado de la dentición (por ejemplo, pacientes mayores con pérdida de dimensión vertical), las soluciones protésicas también se han beneficiado de la tecnología moderna. El diseño asistido por computador (CAD) y la fabricación CAD/CAM permiten confeccionar restauraciones indirectas como inlays, onlays, carillas o coronas mínimamente invasivas con una precisión extraordinaria. Por ejemplo, ante abrasiones múltiples que alteran la forma de varios dientes anteriores, hoy es posible escanear la boca del paciente, planificar digitalmente carillas de recubrimiento cervical, fresarlas en porcelana o composite de alta resistencia, e instalarlas con ajuste perfecto en una sola sesión clínica. Estas restauraciones milimétricas devuelven la anatomía perdida y protegen las áreas desgastadas, integrándose estéticamente. La impresión 3D es otra innovación que se está explorando: impresoras de resina biocompatible podrían en un futuro cercano fabricar restauraciones temporales o guías para facilitar el tallado preciso de las zonas a restaurar. En síntesis, los avances en materiales (nanotecnología, bioactividad) y en técnicas digitales (CAD/CAM, impresión 3D) han ampliado el arsenal terapéutico para manejar la abrasión con mayor eficacia y durabilidad.

En cuanto a prevención e investigación sobre regeneración, el énfasis actual está en reforzar el esmalte y evitar que el desgaste ocurra. Se han desarrollado pastas dentales y enjuagues con nuevos componentes remineralizantes: por ejemplo, productos que contienen nanopartículas de hidroxiapatita que se incorporan a la superficie del esmalte, rellenando microporos y rasguños, actuando como una «remineralización guiada» que puede reducir la progresión de microabrasiones. Otro avance son las pastas con arginina y calcio, que promueven una capa protectora sobre la dentina y alivian la sensibilidad al tiempo que protegen frente al desgaste. En el campo de la odontología preventiva profesional, destacan barnices mejorados con ingredientes como fosfatos de calcio amorfos (tecnología CPP-ACP, fosfopéptido de caseína-fosfato de calcio) que demuestran potenciar la remineralización del esmalte y pueden incluso revertir lesiones incipientes de abrasión en esmalte, rehardenizando esas zonas. Investigaciones clínicas sugieren que la combinación de fluoruro más CPP-ACP logra integrar mineral nuevo en las lesiones superficiales, fortaleciendo el esmalte lesionado. También se está experimentando con laseres de baja potencia para inducir la remineralización: ciertos láseres aplicados en modos subablativos pueden calentar sutilmente la superficie dental y acelerar la cristalización de minerales de la saliva sobre el esmalte, actuando como un estímulo para la formación controlada de hidroxiapatita. Aunque esta técnica está en investigación, podría en el futuro ofrecer tratamientos para endurecer esmalte debilitado sin necesidad de restauraciones.

Finalmente, en la frontera de la ciencia, existe un activo campo de investigación en regeneración del esmalte perdido. Dado que el esmalte, una vez formado, no se regenera de manera natural (las células que lo crean, los ameloblastos, desaparecen tras la erupción dental), científicos están explorando enfoques de ingeniería tisular y biomateriales para recrearlo. Se han logrado algunos avances experimentales utilizando andamiajes (scaffolds) de materiales biocompatibles sembrados con células madre de pulpa dental e indicios de diferenciación hacia ameloblastos, consiguiendo producir tejido similar al esmalte en condiciones de laboratorio. Sin embargo, lograr un esmalte totalmente organizado y funcional sobre un diente in vivo sigue siendo un desafío enorme. Los primeros intentos han producido capas de esmalte de estructura algo desordenada y en cantidades muy pequeñas. No obstante, el objetivo a largo plazo es concebir terapias regenerativas donde, mediante la aplicación de proteínas (por ejemplo, amelogeninas sintéticas), péptidos autoensamblables o células especializadas, se pueda inducir la deposición de nuevo esmalte en cavidades de abrasión, restaurando biológicamente la estructura en lugar de solo rellenarla con materiales artificiales. Aunque esto permanece en fase experimental, los próximos años podrían traer avances sorprendentes en este ámbito. Por ahora, las innovaciones más tangibles se centran en detectar antes, desgastar menos y reparar mejor: diagnóstico precoz digital, profilaxis de hábitos lesivos, agentes remineralizantes, y materiales restauradores cada vez más semejantes al tejido dental. Estos esfuerzos conjuntos de investigación y clínica buscan que la abrasión dental, pese a ser un fenómeno común, pueda ser controlada de manera que los pacientes conserven sus dientes sanos, funcionales y estéticos durante toda la vida.

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